Foto: tomada de europapress.com
David DePape, el hombre que presuntamente atacó a Paul Pelosi, esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha sido acusado este lunes de agresión e intento de secuestro, según ha informado el Departamento de Justicia.
DePape, de 42 años, ha sido acusado por intento de secuestro tras asegurar a la Policía que planeaba “retener como rehén” a la presidenta, que en aquel momento no se encontraba en el domicilio, un cargo por el que se podría enfrentar a 20 años de prisión.
Con respecto al otro cargo que se le ha imputado, el de agresión, la pena máxima asciende a 30 años de cárcel debido a que se trata de un familiar inmediato de un funcionario público estadounidense, según ha recogido la cadena CNN.
Se espera que DePape comparezca ante los tribunales esta semana por cargos estatales, al margen de los recién comentados. La Policía de San Francisco ha especificado que el sospechoso podría ser procesado por cargos de intento de homicidio, robo en primer grado, asalto con un arma mortal, agresión agravada con lesiones corporales graves, abuso de ancianos, amenazas a un funcionario público o a un miembro de su familia, entre otros.
La Policía estadounidense recuperó bridas en la habitación de Pelosi y en el pasillo cerca de la puerta principal de la casa. En la mochila de DePape también encontraron, entre otros objetos, un rollo de cinta adhesiva, una cuerda blanca, un martillo, un par de guantes de goma, tela y un diario.
El sospechoso también le transmitió a los investigadores que “al romperle las rótulas a Nancy, tendría que ser llevada en silla de ruedas al Congreso, lo que mostraría a otros miembros del Congreso que sus acciones tienen consecuencias”, según ha recogido la cadena NBC News.
Paul Pelosi, de 82 años, fue sometido sometido a un cirugía “exitosa” para reparar una fractura de cráneo y lesiones graves en su brazo derecho y manos después de que el asaltante, martillo en mano, le preguntara dónde se encontraba su esposa y le agrediera.
Pelosi consiguió llamar a los servicios de emergencia, que escucharon una conversación de fondo, tras lo cual se envío a la Policía a revisar lo que estaba sucediendo. Todo ello sin que el atacante tuviera evidencia de que había una línea abierta.