La victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva (PT) ha puesto fin a una campaña electoral de más de dos meses, marcada por la crispación ante un panorama social y político que presenta una polarización sin precedentes. La corta distancia entre los apoyos que ha obtenido (50,9%) y los que ha aunado su oponente, el hasta ahora presidente Jair Bolsonaro (49,1%), reflejan un país partido en dos.
Esta cita en las urnas se había presentado como histórica, puesto que se enfrentaban dos proyectos políticos contrapuestos para un Brasil que trata de lidiar con un panorama económico muy complicado tras los estragos de la pandemia, que registra índices recórd de inflación, desempleo, desigualdad y hambre.
La primera vuelta de estos comicios, celebrada el pasado domingo 2 de octubre, pronosticó la victoria de Lula da Silva con un 48.43 por ciento de los apoyos y una distancia de más de cinco puntos porcentuales respecto al entonces presidente en funciones. Sin embargo, varias encuestas publicadas en las semanas posteriores, alimentaron el optimismo en las filas de Bolsonaro, que ha resultado ser el primer mandatario brasileño que no consigue ser reelegido.
Después de que prácticamente todas las encuestadoras subestimaran los apoyos al exmilitar en la primera vuelta, la victoria de Lula da Silva no parecía estar garantizada en la segunda, por lo que las últimas semanas han sido escenario de una dura confrontación entre los dos candidatos.
Bolsonaro ha tratado de asociar al Partido de los Trabajadores con la corrupción, puesto que Lula da Silva llegó a pasar en la cárcel un total de 580 días por delitos de esta naturaleza, condenado por el juez Sergio Moro, quien después fue ministro de Bolsonaro. Además, ha abogado por continuar su política de los últimos años, privatizar empresas estatales, invertir en la Policía y el Ejército y fomentar la familia.
En cambio, Lula da Silva ha apostado por la recuperación económica junto a medidas sociales y ha abanderado los grandes avances que se produjeron en esta materia durante sus gobiernos comprendidos entre el 2003 y 2010. El representante del PT se ha convertido en el primer mandatario brasileño en enfrentar un tercer mandato, gracias al apoyo recibido en las urnas, en las elecciones con mayor participación de la historia del país.
Sin embargo, no por ello ha sido una jornada tranquila. Durante este domingo el Tribunal Superior Electoral ha tenido que pronunciarse ante el peligro de que el derecho a votación estuviese siendo vulnerado después de que la Policía Federal de Tráfico, dirigida por un bolsonarista declarado, haya realizado más de 500 intervenciones a vehículos que trasladaban a votantes en zonas consideradas favorables al candidato de izquierda.
Esto ha supuesto un incumplimiento de la orden expresa emitida por el presidente del mismo Tribunal, Alexandre de Moares, que había prohibido cualquier acción de este tipo “para no entorpecer la votación”. Observadores electorales han mostrado gran preocupación por estos acontecimientos y el propio ministro de Justicia ha trasladado su perplejidad por estos hechos, sin embargo el Tribunal Electoral le ha restado importancia y se ha negado a extender el horario de votación.
Tras el cierre de los colegios electorales a las 17.00 horas, ha comenzado un recuento frenético que en dos horas ha reflejado la voluntad expresada en las urnas. Con el 84,33 por ciento del voto escrutado, sobre las 19.00 horas se confirmaba el sorpaso del líder sindical, cuya victoria ha sido confirmada horas después por el Tribunal Electoral.
La noticia ha desencadenado las felicitaciones de decenas de líderes internacionales que han celebrado la nueva conquista de la izquierda en el continente americano. Los presidentes de Argentina, México, Colombia, Chile, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, España y Francia, así como el Alto Representante de Exteriores de la Unión Europea, se han apresurado ha ‘brindar’ por el triunfo de Lula.
El protagonista de la noche, se ha comprometido a gobernar para todos los brasileños en su primera comparecencia como presidente electo y ha negado que existan dos Brasil separadas, por lo que se ha comprometido a trabajar para que el país avance en respeto, igualdad y libertad en medio de un ambiente festivo. Sus seguidores han colmado la avenida Paulista frente al Museo de Arte de Sao Paulo para celebrar su victoria.
En su discurso, ha hecho mención a los pilares que van a guiar la política de su gobierno a partir del 1 de enero de 2023, como la lucha contra la desigualdad y el hambre, el desempleo, la protección de la Amazonia, de los productores rurales y pequeños empresarios y el freno a la violencia contra las mujeres.
Por el contrario, Jair Bolsonaro ha permanecido callado y no ha hecho ninguna publicación, tampoco sus allegados, lo que ha vuelto a hacer saltar las alarmas sobre la posibilidad de que trate de deslegitimar los resultados y movilizar a sus afines contra el presidente electo. Ciudadanos anónimos que apoyaban a Bolsonaro han afirmado estar de luto en sus redes sociales y han difundido un crespón con la bandera del país.
Los ciudadanos brasileños también han elegido a los representantes de 12 estados, entre los que destaca Sao Paulo, donde Tarcísio de Freitas, aliado de Bolsonaro se ha impuesto al Partido de los Trabajadores. Sin embargo este si ha reconocido la expresión de las urnas y ha manifestado para que puedan llevar las políticas públicas al estado “será fundamental el alineamiento y entendimiento con el gobierno federal”.
Otros políticos afines a Bolsonaro también han reconocido el sentido de la votación, como el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira o el gobernador Ibaneis Rocha (MDB). Aunque, el diputado federal brasileño Sargento Conçalves se ha referido a Lula da Silva y al Partido de los Trabajadores como “el diablo” en una oración retransmitida en directo en una red social.
Aunque, independientemente de cual termine siendo la reacción de Bolsonaro, está claro que Lula da Silva va a tener que enfrentarse a un Congreso marcadamente conservador en el que el Partido Liberal cuenta con la bancada más numerosa, de 96 escaños. En el Senado, el vencedor de los comicios presidenciales encontrará un escenario parecido ya que la formación de Bolsonaro cuenta con 14 de 81 asientos.
Sin embargo, cabe esperar que las hostilidades escapen de las instituciones y trasciendan al plano social, puesto que casi la mitad de los brasileños habían apostado por la continuidad de Jair Bolsonaro. Por ello, parece que el principal reto de Lula da Silva será desarrollar políticas efectivas que amainen el clima de polarización y le hagan sumar reconocimiento ciudadano. Aunque recuperar el 80 por ciento de aceptación con el que contaba al abandonar la presidencia en 2010 se presenta como una tarea complicada.