Confidencial Colombia. Opinión. Desde mi Rincón.
En estos días, nos dejó en su querida Ibiza el gran Antonio Escohotado. A muchos quizás no les diga nada ese nombre, pero es posiblemente uno de los pensadores más brillantes de la segunda mitad de siglo XX. Su libro ‘Historia general de las drogas’ es un best seller y obra de referencia. El pensador español, además, escribió una veintena de libros y ensayos sobre esa difícil relación de poder entre libertad y autoritarismo, rechazando siempre este último desde posiciones pragmáticas y racionalistas. Era un hombre vitalista, un liberal de verdad, de los que ya no quedan. Un referente de pensamiento entre los grandes intelectuales de habla hispana en todo el mundo.
Al hilo de esto, me viene a la cabeza una famosa frase suya sobre la riqueza. “Los países no son ricos por tener recursos naturales o grandes infraestructuras, los países son ricos por tener EDUCACIÓN y CONOCIMIENTO”, decía. Y no le faltaba razón. La educación no es solo decir “gracias” y “por favor” en el supermercado, que también. La educación es civismo, enmarcado en una gran conciencia social. Sabernos partícipes de algo más grande que nosotros mismos. Y es respeto al resto de ciudadanos. Hacer las cosas bien, no porque nos vigile un policía, sino porque es la única forma de hacerlo.
Y el conocimiento lo es todo en el desarrollo vital. Es cultura, es información, y es espíritu crítico. Tres valores casi inexplorados en el adormecido ciudadano actual, y que son un fiel reflejo de la crisis social, moral e intelectual que sufre occidente desde comienzos del milenio. Normalmente, los ciudadanos alegamos, nos quejamos de todo y no nos explicamos cómo los políticos son tan malos, tan mediocres, tan deshonestos (siempre hay excepciones). Pero esos mismos ciudadanos no nos miramos al espejo para hacer autocrítica de lo que podemos hacer en realidad al formar parte de ese todo llamado sociedad. Es alarmante la escasez de crítica y de cuestionamiento ante los atropellos institucionales, o ante el relato que el poder establecido nos quiere vender sobre casi todo. Cuestiónense cualquier versión oficial, con total seguridad tendrá un % de mentiras.
Crisis de valores
El problema radica cuando los valores están completamente trastocados, cuando se da reconocimiento, fama y éxito al que gana mucho en poco tiempo, sin esfuerzo y como sea, aunque sea robando… ¿Así cómo pretendemos que nuestros políticos sean mejores que nosotros mismos? A fin de cuentas, la casta dirigente es el reflejo de lo que somos como sociedad.
Y esta sociedad actual castiga el esfuerzo, premia al perezoso disfrazándolo de débil. Fomentando su victimismo en lugar de ayudarle a crecer. Iguala siempre por lo más bajo, lo ramplón. La meritocracia está considerada como un valor sospechoso, casi vergonzante. El trabajo, el esfuerzo, luchar por algo es cosa de otras épocas. El exitoso está bajo lupa, mientras el mediocre se mueve como pez en el agua. Porque así lo quieren los políticos. Porque el político mediocre no quiere una sociedad cultivada, crítica, que le cuestione o le haga sombra. Más bien quiere personas domesticadas. Que paguen y callen. Colectivos silenciados masivamente con dineros públicos a costa de los que sí trabajan.
El riesgo del sistema tal y como está montado es que los que trabajan se cansen de hacerlo algún día. Porque no nos engañemos, la riqueza de un país la genera la iniciativa privada. El día que deja de funcionar, el estado no tiene de donde sacar para pagar tanta pereza, y ahí todo colapsa. ¿Qué pasa cuando uno recibe el mismo premio por trabajar que por no hacer nada? Pues que el que trabaja pierde el estímulo y deja de producir, de mejorar, o de ganar conocimiento. Se pierde riqueza hasta la quiebra.
¿Pescar o esperar el pescado?
Cuando enseñas a la gente a esperar que el pescado le llegue a la mesa, gratis, en lugar de educarle en la pesca (y luego a que pesque mejor cada día), estás condenando a toda una generación al mayor de los fracasos. Y lo más doloroso es que no él, sino sus hijos, serán los que sufran las consecuencias. La subvención nunca debería ser una herramienta política, sino un recurso para atender situaciones graves de vulnerabilidad en los derechos básicos que tenemos los seres humanos. Cuando lo volvemos una estrategia política de hecho, de nuevo, el sistema se resquebraja.
El problema es que al político mediocre y cortoplacista le sirve más un ciudadano dependiente y cautivo de su voto, que uno libre porque se haya ganado sus recursos por sí mismo, y que ni siquiera le importe quien dirija el país porque él es el dueño de su vida. Y ahí radica uno de los fallos de la democracia: cuando una sociedad es muy próspera, la persona se aleja del político. No lo necesita. Y eso ellos no lo pueden permitir. Por eso se busca construir todo de una manera muy mediocre, para que la dependencia esté asegurada. Es una visión inmoral del buen gobierno y de la política, pero así de mediocres son, y por qué no decirlo aunque duela, también los ciudadanos que les votamos y lo permitimos sin que pase nada.
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Marcial Muñoz es periodista y consultor de comunicaciones y s director de www.confidencialcolombia