Fue el día de la Fiesta Nacional en España, antes llamada día de la Hispanidad, a mi gusto mucho más acertado, bonito y fraternal pues refleja ese mismo latir que, pese a quien pese, tenemos todos los que compartimos esta lengua española tan alegre y rica, en pasado, en presente y en futuro.
Fue el día de la Fiesta Nacional y España se vistió en oro y grana. Salieron nuestras Fuerzas Armadas, ataviadas con sus uniformes de gala. Hondeó la bandera en el aire, los reyes presidieron el día y a Sánchez le pitó la ciudadanía, ni dos ni tres, más de 100.000 personas son las acudieron el otro día a la plaza madrileña de Cánovas del Castillo.
Eterno protocolo tedioso
Les comento de pasada que la izquierda más reaccionaria ya ha pedido otro tipo de celebración; el Ejército al completo, la bandera, los monarcas y las autoridades políticas no representan a esta nueva España. Y sí, en parte llevan razón, estos politiquillos de izquierda únicamente se representan a sí mismos y no se ven reflejados en nada de lo común, de lo grande y de la belleza que tenemos. Muy a mi pesar me temo que este mal es endémico de la izquierda de hoy, por de la estupidez de algunos reaccionarios, y común a todos los que en occidente son como ellos.
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Fue el día de la Fiesta Nacional y la Princesa de Asturias, Leonor de Borbón, estuvo presente, cumpliendo a la perfección su papel. Durante el desfile primero y en el besamanos después. En ese pasar infinito de gente; autoridades, políticos, altos funcionarios, altos rangos de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, periodistas destacados, sociedad civil, un total de 2.500 personas, más de una hora de saludos que le dejan la mano a uno lista para que se la amputen, o la meta en hielo.
¿Puede un acto ser más aburrido y tedioso para una joven? No, rotundo. El besamanos es la cara B del cargo. La pesadilla que viene a saludarte. El dolor de pies y piernas de después, la mano que muere saludando. Pero por suerte para Leonor, sus padres supieron hacerle este primer calvario ameno y divertido, introdujeron a sus amigos de la Academia General Militar de Zaragoza, y su hija se llevó una gran sorpresa.
Futuro asegurado
Imagino la emoción esos padres en el proceso de sorprender a su hija, ¿quién no ha preparado una sorpresa en su vida? Es sabido que la reina quiere siempre que haya una sensación de cierta normalidad y disfrute en sus vidas, y más en un día especial, y especialmente aburrido para Leonor.
Puedo suponer los nervios que tendrían los días previos y el mismo día para que nada desvelara el secreto. Miradas cómplices, miradas de reojo, miradas acristaladas cuando ve al primero y por fin una mirada llena de agradecimiento cuando termina saludar al último que le saca una sonrisa, esta vez sí a toda la familia, con un chascarrillo guasón; “qué guapa estás Borbón”. Y esos padres que se ríen y miran emocionados a su hija, en la que sólo ven a Leonor, su Leonor, como sus compañeros ven a Borbón.
He de confesarles que estos detalles a mí me conmueven pues si los monarcas son buenos como reyes, creo que como padres son aún mejor y eso tranquiliza mi alma. Leonor, si la dejan, será una gran reina, porque no sólo tendrá una gran formación, seguro que la mejor, sino que ha crecido con mucho amor, el de sus padres, que son como ese artesano escondido que en la sombra de un taller teje un cesto de caño, o da forma al barro, o da vueltas a los bolillos, convirtiendo un material en una obra de arte. Y como ellos, todos los buenos padres.
Fue la Fiesta Nacional y los reyes nos mostraron que antes que reyes, padres.