Cien días, 665 anuncios y 24% de concreción en instrumentos jurídicos o políticos es el conteo que sale del fantástico trabajo de Esteban Salazar y su equipo en la Fundación Pares. Un promedio de más de 6 anuncios por día. Dos leyes de la república aprobadas después de diálogos bastante diversos. Un gabinete con participación de cinco partidos políticos y seis ministros y ministras independientes, varios nombramientos polémicos y otros celebrados en medios de comunicación, un discurso al estilo Greta Thunberg en Naciones Unidas. El dólar a 5.000. 26 grupos armados organizados que enviaron disposición al cese al fuego unilateral y a ingresar a la paz total. Una oposición desestructurada que pide al ministro de hacienda que no se vaya del gobierno. Un centro técnico intentando encontrar su lugar en este nuevo estadio de cosas. Y sobre todo, una infinita propensión al drama.
Mucho drama y poca evidencia es lo que se está encontrando la ciudadanía de a pie todos los días. Desde los anuncios apocalípticos, muchos de ellos vendidos por la oposición, hasta la crítica durísima al gobierno por parte de movimientos y grupos que apoyaron la campaña con esperanza de ver cumplir su agenda. Y si a eso se suma el miedo de tener el primer gobierno con carácter fuertemente reformista de los últimos cincuenta años, es lógico tener como resultado una agenda pública llena de ruido.
La realidad es que lo que muestran los primeros cien días del gobierno es que este será un gobierno de transición, que logrará ejecutar algunos cambios. La prioridad será lograr el des escalamiento de la violencia y avanzar en la recientemente publicada hoja de ruta sobre la transición energética. Ahora, el votante de un gobierno de izquierda espera tener al final de los cuatro años bienes y servicios que disminuyan radicalmente la inequidad y contribuyan a la superación de la pobreza. Sí, el debate se ha concentrado en los niveles más técnicos – incluso haciendo de los detalles un asunto fundamental – pero la realidad es que el gobierno necesita priorizar contundencia y velocidad en este punto.
Hay avances importantísimos en los cien días que pasan desapercibidos porque la superación de la pobreza no está en el top de la agenda mediática. Pero si el gobierno no obtiene avances en esta materia, de nada sirve avanzar en agendas de mayor futuro como la transición energética. A los ojos de la población, la demanda primaria es la inclusión. Hay una buena ruta trazada en infraestructura rural, caminos comunitarios y la posible reforma a la ley 30 de educación que cursará el próximo año. No es así con la reforma a la salud, que si se hace mal puede implicar serios retrocesos en los avances de cobertura que el país ha logrado hasta hoy, o con los incrementos a los alimentos y a la pobreza de tiempo de las mujeres vía impuesto a los alimentos ultra procesados.
El gran problema es que el drama ha sido alimentado por prejuicios y juicios apocalípticos. El país tiene poca evidencia en torno a lo que funciona y no funciona cuando se trata de reformar o establecer planes, programas y proyectos que funcionen en la lucha contra la pobreza y lastimosamente los gobiernos que enarbolan las banderas de cambio tienen reticencia a escudriñar los resultados y fracasos pasados. Más que a Mazzucato, en este momento se necesita leer a Dufló y su economía basada en la evidencia, para lograr trazar una ruta funcional que traiga resultados contundentes en inclusión social, sin que el gobierno se tenga que volver esencialista frente a un modelo.
La evidencia puede así mismo contribuir a disminuir el drama. En todos y cada uno de los gobiernos de izquierda latinoamericanos han sido frecuentes los discursos catastróficos, vaticinando crisis económicas que sólo se han concretado en los casos de Venezuela y Nicaragua, ambos estados sumidos en regímenes autoritarios y corrupción. Pese a los escándalos, Uruguay, Ecuador, Brasil y Chile han tenido varias trayectorias virtuosas en la economía, que es la principal preocupación del discurso apocalíptico.
El Gobierno Petro, en 100 días no traerá una catástrofe económica. Tampoco hay nada que vaticine que lo haga en el tiempo que le queda. Sin embargo, es imperativo que disminuya la retórica e incremente la acción en torno a los programas de superación de la pobreza, subsidios y en la promesa de la renta básica universa. Es completamente deseable y loable el avance en paz total, pero lo van a medir por la economía del día a día. Como a todos.