El cambio sólo lo había visto en la palabra escrita y escuchado de voces que luego fueron silenciadas. Cambio frustrado por tanto joven, campesino, ciudadano y líder asesinado, por tanto niño huérfano y mujer viuda, adolorida y abandonada. Tanto pobre arrastrando tanta pobreza, tanta que la vida es sólo por ese día porque de pronto no volverá a vivir un nuevo amanecer. Pero algo se fue construyendo hasta convertirse en una fuerza real, poderosa, inteligente, humana, diversa, pacífica, llena de sueños y esperanzas de cambio pensando que un nuevo día podría llegar.
Ese día ha llegado. Es hoy 19 de junio de 2022. A votar por Francia y por Petro, y en las casas y en las calles celebrar. El día de la alegría, de la vida, del amor, de la palabra, de la risa y del cambio, es hoy. No fueron cien años de soledad. Fueron treinta años de desgracia, atraso y muerte que trajo un tirano abanderando un mal proyecto de sociedad, una pesadilla, un dolor, días sin luz, días de silencio, días de llanto, con momentos para la risa y la alegría para seguir con vida porque no había porque morir porque no era hora de morir.
Colombia puede sorprender al mundo con una revolución pacífica, de las nuevas tecnologías, del conocimiento, de la razón y de la emoción, que interpreta la nueva e incierta sociedad mundial en reconstrucción y la nueva sociedad que quiere ser Colombia. Habrá un mañana si el día es hoy. Este triunfo será inédito. Un triunfo según la sociedad del siglo XXI. Quienes se oponen arrastran los fanatismos del siglo que ya pasó, no del que viene. Y harán todo lo que siempre hacen para impedir cualquier transformación: amenazar, reprimir, desaparecer, asesinar, manipular, deformar, comprar y robar votos.
Salga a votar, vote, solo vote, no piense en el maldito registrador. Vigile su voto y el de los demás, vigile a los jurados, apoye a los jueces electorales que serán los guardianes de la democracia y de la victoria. Hoy trabaje para defender sus derechos y de los demás, por hacer realidad sus ilusiones, en reconstruir la democracia, en pensar que otra vida, otra sociedad, otra economía y otro estado es posible, y de esa manera fraude no habrá.
El mundo nos mira y quiere que un cambio ocurra en Colombia luego de doscientos años de un proyecto político que inmovilizó la construcción de una sociedad libre, moderna, justa, democrática, pacífica y sostenible.
El contrincante de Petro es una deformación que no se merece Colombia. Sin embargo, el sólo hecho de estar ahí es para preguntarse por qué el sistema político y la dirigencia llegaron tan bajo. Y también preguntarse porque la gente llegó tal lejos y tan alto para suscitar un cambio sólo con la palabra y la movilización.