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Confidencial Noticias 2025


Este lunes 28 de julio de 2025, el país presencio un momento sin precedentes: la sentencia de primera instancia contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, por los delitos de fraude procesal, soborno a testigos y soborno en actuación penal. Más allá de un proceso penal, se trata de un juicio simbólico en el que la historia se sienta frente a un espejo, y en él, miles de víctimas de la violencia, el despojo y la impunidad buscan justicia.

¿Por qué podría ser condenado Uribe?

La historia del caso se remonta a 2012, cuando Uribe intentó judicializar al senador Iván Cepeda, quien lo había señalado por presuntos vínculos con el paramilitarismo. Pero en lugar de perseguir al acusador, la justicia volteó su mirada al expresidente: en 2018, la Corte Suprema abrió investigación formal en su contra. Lo que se reveló desde entonces son prácticas de manipulación de testigos, engaños procesales y sobornos, en un intento por silenciar las voces que buscaban esclarecer la verdad.

La Fiscalía ha documentado un extenso expediente: más de 27.000 grabaciones, interceptaciones, chats y testimonios que señalan al abogado Diego Cadena —y por su intermediación, al propio Uribe— como actores claves en una red de presión e impunidad.

Un juicio histórico

El juicio oral, iniciado el 6 de febrero de 2025, reunió más de 90 testigos y 67 audiencias que culminaron con los alegatos finales en junio y julio. La jueza Sandra Heredia emitirá la sentencia definitiva en un caso que trasciende lo jurídico: es un hito político, social y ético para Colombia.

Si es condenado, Uribe podría enfrentar entre 6 y 12 años de prisión, posiblemente en detención domiciliaria por su edad. Sin embargo, la verdadera condena será el juicio moral de un país que ha despertado. El riesgo de prescripción amenaza con cerrar el caso antes de octubre de 2025, dejando impunes delitos que nos duelen como pueblo.

¿Y las víctimas? ¿Y los desaparecidos? ¿Y los 6.402 falsos positivos?

Este proceso no ocurre en el vacío. Nos interpela a todos y todas. Porque Álvaro Uribe Vélez no solo carga hoy un expediente judicial: también representa el rostro de una época marcada por la guerra sucia, los «falsos positivos», el paramilitarismo institucionalizado, las chuzadas del DAS, los escándalos de corrupción como Agro Ingreso Seguro o la compra de votos para la reelección.

Durante su mandato (2002–2010), miles de vidas fueron truncadas: jóvenes ejecutados y disfrazados de guerrilleros, campesinas despojadas, líderes asesinados. Aún hoy, muchas familias siguen preguntando: ¿Dónde están nuestros hijos e hijas desaparecidas? ¿Cuándo llegará la verdad completa?

Este juicio no es revancha, es memoria. No es persecución, es justicia.

Frente a los discursos que intentan victimizar al expresidente o convertirlo en mártir de la derecha, el pueblo colombiano sabe que este proceso judicial es una oportunidad histórica para romper el ciclo de impunidad. No se trata de «uribismo vs antiuribismo», sino de elegir entre el silencio cómplice o la dignidad colectiva.

¿Cómo impacta esto en el futuro político?

Una condena sacudiría las estructuras del uribismo, debilitado electoralmente desde 2022. Podría fracturar aún más el Centro Democrático, abrir paso a liderazgos que intenten desmarcarse de su figura o, por el contrario, usarlo como símbolo electoral desde la victimización. Mientras tanto, las fuerzas progresistas y de izquierda deben mantener viva la bandera de la justicia, sin caer en el odio ni la polarización vacía, sino con firmeza ética y política.

Este juicio también puede reordenar alianzas: sectores del centro y la derecha podrían alejarse del uribismo, mientras que la izquierda podría consolidarse como garante de la justicia transicional, la memoria y los derechos humanos.

Colombia está cambiando. Que la verdad y la justicia no lleguen tarde.

El juicio contra Álvaro Uribe Vélez no borra el dolor, pero puede ser un paso firme hacia una Colombia distinta. Una Colombia donde ningún poder esté por encima de la ley, donde las víctimas sean escuchadas, donde la política se limpie del odio y la corrupción.

Que este 28 de julio sea recordado como el día en que la dignidad venció al miedo.

Marcela Clavijo

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