Feministas en muchos lugares del mundo y también en Colombia nos hemos convertido en caja de resonancia de muchas propuestas que circulan en las universidades, grupos de estudio, mesas de incidencia política para exigir a los gobiernos propuestas que hagan realidad la justicia tributaría con perspectiva de género. Estamos convencidas que pensar la economía desde el feminismo, es poner en cuestión el modelo capitalista de acumulación de bienes y la financiarización de derechos como el agua, la salud, la educación. y en un país como el nuestro, la tierra.
Hace algunos años las economistas feministas han empezado a interpelar las relaciones económicas que han beneficiado de manera general al modelo patriarcal y generado condiciones de enormes desigualdades de género, étnicas, generación y territorios. Trabajos como los de Carmenza Saldías, Ana Isabel Arenas, Carmen Castro y Lucía Pérez, entre otras, todas ellas economistas feministas han planteado que las mujeres, todas las mujeres, aportan al mundo de los ingresos del Estado, y que no sólo lo hacen aquellas que tributan en razón a su patrimonio, renta y otros bienes. Contribuyen los millones de mujeres que pagan el Impuesto de Valor Agregado – IVA– independientemente de su clase social. Contribuyen quienes cotidianamente sostienen la economía, las mujeres compran, venden, permutan. Contribuyen a la economía con su trabajo de cuidado no remunerado, base de nuestro bien más preciado: el cuidado de la vida.
Estas mujeres nos recuerdan una y otra vez que desarrollar tributación con perspectiva feminista, es un asunto ético y político. El feminismo de la segunda ola, como lo caracterizan Gibson-Graham ofrece esquemas globales de una política práctica de transformación económica, para enfrentar la globalización, revitalizando con su presencia y movilizaciones, los lugares que habitan con sus respuestas desde la vida cotidiana. “Si las mujeres están en todos los lugares, la mujer siempre está en algún lugar y aquellos lugares de las mujeres se transforman cuando ellas se transforman así mismas. “Esa capacidad de transformación hoy en día la reconocemos en la crítica a la división sexual del trabajo y en los asomos en política pública que buscan valorar el ámbito de la reproducción de la vida y sus relaciones con el llamado mundo de la producción.
Las reflexiones y propuestas sobre economía, feminismo y tributación poco a poco llegan a los espacios donde se toman las decisiones sobre macro y microeconomía, trascendiendo los espacios académicos y de activismo político. Algunas de las premisas puestas en escena son : Para promover la autonomía económica de las mujeres es necesario que el régimen fiscal de un país no sólo apueste por un mayor recaudo, sino por un gasto e inversión social, con carácter distributivo ; la política fiscal , como cualquier otra política, tiene efectos diferenciales en hombres y mujeres y también impactos étnico-raciales que es urgente tenerlos en cuenta; dadas las condiciones de desigualdad entre hombres y mujeres la tributación debería contemplar tasas diferenciales; la evasión, la elusión y los flujos financieros ilícitos afectan el recaudo y golpean las políticas redistributivas del Estado; el IVA es un impuesto regresivo que afecta en mayor medida a las personas en condición de pobreza y en especial, a los hogares con jefatura femenina.
En el reciente trámite de la reforma tributaría presentada por el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez la Mesa de Economía Feminista presentó, en la Comisión Legal de la Mujer del Congreso, la CLEM, algunas propuestas de articulado, con el propósito de acercarnos a los impuestos desde una perspectiva de género. En el documento enviado a varias de las y los congresistas se señala de manera textual “Este esfuerzo de país no puede ser ciego al género, ni al análisis del impacto étnico-racial y territorial. Debe reconocer los aportes de las mujeres (monetarios y no monetarios) a la economía productiva, sin dejar de lado las economías propias, especialmente cuando se habla de mujeres afrodescendientes e indígenas “.
Esta será otra lucha de largo aliento, como lo ha sido el reconocimiento de la “riqueza invisible “fruto de la economía del cuidado no remunerado. Son luchas feministas afincadas en el estudio, la investigación, el activismo y la voluntad política.