Simpatizantes y enemigos de la cotidiana “cosa política criolla” vienen desencadenando un tsunami de posiciones sin precedentes en favor y en contra del juicio y la sentencia contra el máximo líder de la derecha radical, Álvaro Uribe Vélez, dejando, a mi parecer, en ese puntual escenario un marcado ‘fanatismo’ en cada uno de los radicales extremos; pero a la vez, observo, sin restricciones una representativa libertad democrática para opinar e incluso marchar o protestar sobre el denominado “juicio del siglo” en Colombia. Este es un tema sobre política.
Apartándome del análisis jurídico -tema para probos en la materia- sentencio, a mi juicio, que este mediático caso tiene severos tintes gubernamentales, en el sentido de abrir el partidor para que cualquiera de los pre candidatos presidenciales de los dos candentes bandos alineen estratégicamente sus narrativas alrededor de la decisión jurídica para emocionar a sus miles de seguidores y seguir amalgamando una carrera presidencial en medio del más brutal síndrome de izquierda vs derecha. “El veredicto contra Uribe era el campanazo que muchos esperaban para montarse en el ‘ring’ del 26”, sentenció el analista político, Gabriel Cifuentes.
La sentencia que ganó aplausos del petrismo y produjo asco en el uribismo nos demuestra como el ejercicio político, para bien o para mal, mueve las emociones de millones, evidenciadas en los ciudadanos literalmente “pegados” a la transmisión virtual desde el Juzgado 44 Penal del Circuito de Bogotá, que fue retransmitida por canales de televisión y radio privada, lo cual hizo crecer una audiencia mediática sin precedentes en un hecho que pasó de colores ‘tientes a oscuros’ por la ordinaria reacción de las “barras bravas” de ambos grupos, que incluso llegaron a sus conocidos y ácidos mensajes en redes sociales en donde la vulgaridad pesa más que el respeto y el argumento con altura.
Y, al mismo tiempo de la lectura del veredicto, en las afueras del juzgado numerosos simpatizantes del Centro Democrático como de sectores oficialistas lanzaban arengas o mostraban pancartas con mensajes en favor o en contra de la decisión judicial, que en últimas dejó a los ‘zurdos’ frotándose las manos como signo de victoria y a los ‘diestros’ rascándose la cabeza al sentir como su ídolo en grandes batallas políticas servía de ejemplo para demostrar que ante la ley, nadie por más poderoso, puede escapar. Ante tal ajuste de cuentas, los uribistas, en una carrera contra el tiempo convocaron a una marcha nacional para respaldar al mítico, Uribe Vélez. ¡Viva la libertad, carajo!
De todo esto, la acalorada discusión permite que medios de comunicación, columnistas, generadores de opinión, incluso la gente del común, tengan la “gallardía” democrática de expresar sus opiniones enfocadas a un enfrentamiento por el poder político teniendo presente las elecciones a Presidencia, Congreso y Cámara de Representantes en el 2026, en donde los dos extremos tienen cazada su pelea en las urnas. Esto, a mi criterio, demuestra que pese a la crispación en el discurso callejero o digital, la democracia sigue viva y en pleno auge. Aunque existen enfrentamientos verbales salidos de tono y con serios amagues de agresiones físicas en espacios de influencia masiva de público, cada quien a su manera expresa sus emociones sin restricción alguna. Todo un ejemplo de valor ciudadano para ejercer el poder de opinar.
Amigo lector, finalmente, quisiera aclarar que la gallardía, más allá de su significado cercano a la bravura, al atrevimiento, al enfrentamiento, se debe direccionar al ámbito político teniendo el carácter de revisar rigurosamente a las y los candidatos a elección popular en sus hojas de vida con especial atención en el pasado de su vida pública y privada, en sus cuentas con la justicia, en sus propuestas o programas de gobierno e incluso en su vida íntima. No basta con tener ídolos o mesías en la cúspide de la gobernanza encasillados con problemas jurídicos, mientras el pueblo clama por soluciones a sus problemas sociales más sensibles. “La cosa política criolla” seguirá viva en Colombia.
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