Cuando la toga se convierte en coraza, y el estrado en trinchera, emerge la figura de Sandra Liliana Heredia, la jueza que no titubeó frente al expresidente Álvaro Uribe. Su sentencia no es solo un veredicto: es un símbolo del poder transformador de las mujeres en la justicia colombiana.
El caso contra Uribe comenzó en 2012, cuando el senador Iván Cepeda presentó testimonios de exparamilitares que señalaban la supuesta vinculación de quien fuera presidente con grupos armados ilegales. Desde entonces, la investigación se alargó por más de 13 años, dando lugar a audiencias, recursos, dilaciones y tensiones que incluyeron aplazamientos y maniobras retardatorias de la defensa.
Detrás del estrado estuvo un equipo en su mayoría femenino —en la Fiscalía, en la Rama Judicial y en el acompañamiento procesal— que mostró que la administración de justicia también puede ser un espacio tejido con sensibilidad y rigor. Mujeres que sostuvieron el pulso del caso detrás de cámaras, sosteniendo el proceso cuando todo parecía desmoronarse y ante una de las figuras con más poder e impunidad en Colombia.
La defensa de Uribe utilizó múltiples estrategias para obstaculizar el avance: peticiones de pruebas, recusaciones, suspensiones orales, dilaciones procesales. Fue un laberinto burocrático orientado a desgastar el proceso y a generar desgaste mediático. Pero la jueza Heredia resistió cada maniobra con paciencia institucional.
Durante la lectura del fallo, Sandra Heredia pronunció frases contundentes que recorrieron el país y marcaron un capítulo en la justicia nacional:
- “La justicia ha llegado… nadie está por encima de la ley ni por debajo de ella.”
- “La toga no tiene género, pero sí carácter.”
- “La justicia no se arrodilla ante el poder.”
- “Este juzgado no decide sobre un nombre, decide sobre unos hechos, y esa distinción es vital.”
- “Se condensaron 475 días de una maratónica lucha contra el reloj.”
- “No será una victoria de nadie, ni una derrota de otro: será, como debe ser, una respuesta del Estado a través de su justicia.” Y denunció también los ataques machistas que enfrentó el equipo que lideraba:
Sandra Heredia mostró que la justicia administrada por mujeres puede ser implacable en el rigor y delicada en la ética. Este juicio demuestra que la impartición del Derecho no depende del género sino del carácter, de la convicción de que el poder no está por encima de la ley.
Valga la pena esta oportunidad para decir que no podemos callar ante la persecución y las amenazas que hoy enfrenta la jueza Sandra Heredia por haber cumplido con su deber: impartir justicia sin mirar a quién. Las presiones, intimidaciones y discursos de odio promovidos desde sectores del Centro Democrático y amplificados por aliados radicales en Estados Unidos como Marco Rubio, representan un intento descarado de socavar la independencia judicial en Colombia. Es inadmisible que desde el exterior se pretenda torcer la balanza de la justicia con amenazas diplomáticas o intervenciones politiqueras. El Estado colombiano debe proteger la vida e integridad de la jueza Heredia y enviar un mensaje claro: el Estado de Derecho no se negocia, no se intimida, y no se doblega ante el golpismo criollo ni el gringo. La justicia no puede depender del ruido de los poderosos, sino de la fuerza de la verdad y la autonomía de sus instituciones.
En una era donde los liderazgos femeninos se reivindican en todos los ámbitos, su sentencia marca un punto de inflexión en la historia jurídica de Colombia: mandar un mensaje claro sobre que las mujeres no se arrodillan, y que cuando representan al Estado, lo hacen con la garra de quien no se doblega ante ninguna presión, evocando solidez y temple.
Finalizo con una reflexión: si tuviera que personificar el futuro de la justicia en nuestra nación, esa figura seria “la mujer de hierro”. Porque no se vence con palabras ni juicios mediáticos: se vence mostrando que incluso frente al poder más absoluto, la verdad, el debido proceso y la justicia pueden, y deben, prevalecer.
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