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Confidencial Noticias 2025


Colombia llega a 2026 con una mezcla de frustración y esperanza. Frustración por la baja inversión, el insuficiente crecimiento, la informalidad persistente, las brechas de oportunidades y un Estado que promete mucho pero cumple poco. Esperanza porque también estamos frente a una oportunidad de lograr nuevos acuerdos sobre qué tipo de país queremos ser y qué tipo de ideas nos pueden sacar del círculo vicioso de bajo crecimiento, desigualdad, polarización y progreso insuficiente.

Entre los muchos proyectos políticos en disputa, hay un conjunto de ideas que por años ha sido subestimado, caricaturizado o usado de manera superficial: las ideas liberales. No liberales como eslogan, ni como dogma, sino como un proyecto profundamente humano que coloca la libertad, la dignidad, el esfuerzo individual y las instituciones al servicio de la movilidad social.

El liberalismo que Colombia necesita para 2026–2030 no es aquel que entiende que la libertad solo florece cuando las instituciones funcionan, cuando la ley protege a todos por igual, cuando los mercados son abiertos, y cuando el progreso económico se convierte en movilidad social ascendente para millones de colombianos.

La primera idea que debemos recuperar es la centralidad del individuo y su capacidad de transformar su vida. Colombia debe superar la idea de un estatismo que promete resolverlo todo desde el poder central, y un populismo que prefiere ofrecer culpables antes que soluciones. El enfoque liberal busca garantizarle a cada persona las condiciones para que pueda ser protagonista de su propio proyecto vital.

Eso significa instituciones que reduzcan trámites absurdos, que no castiguen al que produce, que faciliten emprender y trabajar. Significa un Estado que deja de obstaculizar a los sectores productivos para convertirse en un aliado del crecimiento. Y significa entender que no hay política social sostenible sin un sistema educativo un mercado laboral y un sistema de protección social.

Entre 2026 y 2030, Colombia debe apostar por un liberalismo que fortalezca las bases materiales de la libertad. No se es verdaderamente libre si la informalidad impide ahorrar, si la educación no forma para el trabajo, si la justicia tarda años en resolver un conflicto o si la seguridad se desmorona.

En ese sentido, las ideas liberales no son abstractas: son profundamente prácticas. Una economía que crece al 4 % anual durante una década saca más gente de la pobreza que cualquier otro tipo de reforma. Un mercado laboral flexible con protección social moderna integra a millones que hoy sobreviven en la informalidad. Una política fiscal responsable ayuda a mantener baja la inflación y protege el ingreso de los hogares más vulnerables. Y un sistema de educación y formación para el trabajo alineado con las necesidades del sector productivo multiplica la movilidad social.

También hay una dimensión ética del liberalismo que Colombia necesita recuperar: la confianza y la asociación voluntaria. En un país polarizado, la confianza es un acto de valor. Los liberales entienden que la cooperación social no surge por decreto, sino de reglas claras, de transparencia, de instituciones independientes y de un debate público basado en evidencia. Sin confianza no hay inversión, no hay innovación, no hay proyectos de largo plazo. Sin confianza, el país se queda atrapado en la sobrevivencia del día a día.

Por eso las ideas liberales son, en el fondo, un proyecto de modernización: mercados abiertos y competitivos, Estado eficiente y transparente, libertad económica acompañada de oportunidades reales para todos, protección de los derechos individuales, instituciones sólidas y meritocracia como motor del ascenso social.

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Colombia puede ser un país que produce más, que incluye más y que confía más. Para lograrlo, necesitamos una narrativa distinta: menos miedo, menos resentimiento, menos promesas imposibles.

El liberalismo no es una ideología fría. Es, quizás, la apuesta más cálida y esperanzadora para un país que quiere que cada colombiano pueda vivir mejor, decidir más y soñar más. Y esa es, en esencia, la promesa más poderosa para la Colombia de 2026–2030. ¿Qué partidos y qué candidatos mejor representan las ideas liberales en Colombia?

Daniel Gómez Gaviria

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