El Departamento de Santander es tierra bella y fértil, con riqueza cultural envidiable que hace gala de una región de la cual, quien llega se enamora. El foráneo tiene maravillosa acogida, no en vano, la Constitución del antiguo Santander federal rezaba que todo aquel que pisara tierra de Santander era santandereano. El punto es que ese otrora mandato pronto será irrealizable, debido al horroroso estado de la malla vial que conduce al departamento. A ese paso, nadie podrá entrar y menos salir de Santander por vía terrestre.
Resulta increíble que la sede de la Facultades de Ingeniería y Geología más reputadas del Continente sumadas a otras tantas de las magníficas Universidades del departamento, tenga unas de las peores mallas viales del Continente. Vías que se quedaron en el pasado no sólo en extensión, trazado, cabida, calzadas, centros de servicios, también en su pavimentación. Atravesar Santander es una tortuosa aventura que difícilmente el mejor vehículo de doble tracción puede lograr, viajar por tierra en Santander es una velada invitación a dejar los rines en la vía.
El balance de los últimos 30 años de gobernadores y congresistas santandereanos son vías en mal estado y completo abandono, rutas que exhiben la peor imagen. La vía que conduce desde Bucaramanga a la Capital del País entre Sangil, Barbosa, Vado Real es un completo monumento al olvido; huecos cual serpentinas, baches, resaltos y tanta resignación que la bancada ida del camino es tolerada y parte del mismo. La “famosa” vía que conduce al municipio de Málaga, desde años sin memoria, se mantiene en pésimo estado, o los miles de millones malgastados en las absurdas vías a Barrancabermeja y hacía la vecina Pamplona, y qué no decir, sobre el estado de las vías que van a la costa norte bien sea por Rionegro o el Magdalena medio, entre otras de un largo listado.
El argumento para el mal estado de las vías de Santander no puede ser las condiciones geológicas y la topografía quebrada que hacen inviable mantener óptimas carreteras. Si eso fuera cierto Ecuador y Suiza deberían tener las peores vías del mundo. El problema vial de Santander es un problema de incapacidad humana, a secas. Los santandereanos de hoy somos incapaces de construir verdaderas autopistas que conecten a Santander con el resto de Colombia, por el contrario, nos acostumbramos a la deficiente malla vial y a su serpentino curso. Pareciera que, tener caminos horripilantes fuese sinónimo de santandereanidad. Qué equivocados están los que aceptan ese sino.
Si los santandereanos no cambiamos de mentalidad continuará la debacle vial y el abandono o mejor, el autoabandono vial. No podemos esperar a que el Gobierno Nacional arregle las carreteras, ha de ser iniciativa de Nosotros los santandereanos, del capital privado que es el motor del País y, de los líderes con enjundia, no de los que proveen puestos a cambio de votos. Todas las vías de Santander tienen que ser revaluadas, no sólo en su trazado, deben ser ampliadas a tres y cuatro carriles en cada sentido. La breña no puede detener el avance, el cemento en armonía con el ambiente es sinónimo de progreso.
El viajero se da cuenta que entra a Santander no por los letreros de bienvenida, lo hace por el estado de las carreteras: Una bienvenida mal pavimentada. Eso sí, paradójicamente, Santander es uno de los departamentos que más peajes viales tiene. Son vergonzantes los peajes como los de Pescadero, Curití o Rionegro, esperpentos para justificar, no la buena calidad de las vías, mejor, para disimular la corrupción al sacarle la platica al viajero.
En suma, si los santandereanos no asumimos la reconstrucción de nuestras vías, uno de los primeros indicadores de crecimiento económico, Santander se convertirá en un destino olvidado de la cordillera de los Andes. Como canta nuestro himno, inspirado en José Antonio Galán Zorro: “Por eso, bravos Santandereanos, ¡siempre adelante, ni un paso atrás!”