OPINIÓN Colombia votó cambio y cambio habrá… o no, aún es muy pronto para aventurar si Colombia será el paraíso de #vivirsabroso que promete Francia, o se volverá la nueva Venezuela de la Región, que auguran muchos también. O ni una cosa ni otra, como pienso yo. Dependerá de lo audaz, atrevido o temerario que quiera ser el presidente a partir del 7 de agosto. En estos momentos Petro se encuentra en la encrucijada de hacer la política rupturista que lleva amenazando con solemnidad durante una década en Twitter… o ponerse el traje de estadista y gobernar para todos ‘con mano izquierda’, nunca mejor dicho.
Es muy distinto incendiar las redes y las calles para ganarse la confianza del votante ‘antisistema’ y de los desencantados sociales, que tener que gobernar para esos mismos desencantados, y encima para los que no le han votado. Y ahí radicará su gran reto. Un difícil juego de equilibrios entre no defraudar a sus 11,3 millones votantes, e intentar empatizar con la mayoría del país que no le votó (ni más ni menos que 28 millones de colombianos mayores de edad del censo no le confiaron su voto).
Petro, cual funambulista sobre un alambre sin red, sabe que si es más socialdemócrata que populista enfadará a la mayoría de los suyos. Por contra, si va a muerte con su programa y toca el sistema de pensiones, el motor del país: el sector hidrocarburos, los TLC o simplemente sube desmesuradamente los impuestos a los empresarios, fracasará estrepitosamente. Lo que morirá es el país. Tiene 0% de opciones de éxito si para financiar sus esperados programas sociales lo piensa hacer a costa de expropiar al que genera algo de riqueza. Su desastre será imparable.
El discurso del buenismo
Es muy bonito lanzar proclamas políticas desde el buenismo y declarar que se ama mucho la vida, a Colombia, a las mujeres, a los indígenas, a los bosques y hasta a Rodolfo Hernández y bla bla bla… Luego tendrá que sentarse todos los días a tomar decisiones trascendentes sobre millones de personas. Millones de personas pobres, clase media y ricos. Todos mirándole y exigiendo soluciones inmediatas a sus problemas. En ese punto las palabras y los cantos de sirena valen de poco, y sólo cuenta la capacidad de tomar las decisiones correctas, o las menos malas en algunos casos.
El consejo de Rodolfo Hernández al presidente Petro
Sudamérica ha sufrido cambios, desde Alberto Fernández en Argentina hace unos años, a los más recientes triunfos de Pedro Castillo o Gabriel Boric en Perú y Chile, recientemente. A ninguno le ha sido fácil la gobernabilidad en sus primeros meses, en teoría los más fáciles. Sociedades desiguales como la nuestra, con graves problemas estructurales difíciles de solucionar de un día para otro. Pero todos estos presidentes, sin excepción, están fracasando en sus primeras intenciones de cambios sociales radicales. Sus popularidades caen en picado mes a mes. Los que no les votaron sabían lo que pasaría, y los que sí les votaron están viendo que esas transformaciones prometidas se quedaron en promesas de campaña, por ahora. Manejar esas expectativas de cambio entre la gente es bien importante para evitar frustraciones y desconfianzas.
Como cabía esperar y desear, el perdedor del 19J, Rodolfo Hernández, reconoció la derrota. No ardieron las calles. No hubo suspicacias en el preconteo. Nadie cuestionó la democracia. Nadie dijo que se habían robado las elecciones como años atrás sí se puso en evidencia y sobre todo, ayer no se cuestionaron las instituciones. Muy buena noticia arrancar con esta ‘paz social’, aunque también debería ser motivo de reflexión para los ganadores y su irrespeto por la democracia cuando perdieron.
Necesario control de gobierno
Ahora bien, que no se incendiara ayer el país porque el monopolio de la violencia callejera en las grandes ciudades lo tiene la izquierda, tampoco es un cheque en blanco para que Petro no tenga control en su gobierno. La oposición, las instituciones sólidas del país, la justicia independiente y los medios de comunicación, desde su condición de garantes sociales, deben estar más alertas que nunca. Con la libertad no se juega.
Que Petro gobierne como quiera, que para eso ha ganado las elecciones. Que tenga éxitos, que su éxito será el éxito del país. Que se reúna de los mejores ministros posibles y ojalá eche de su entorno a los politiqueros de siempre que le rodean. También confío en que ‘haga más’ y ‘hable menos’. Normalmente los políticos que hablan durante horas dándole vueltas a lo mismo no les va bien. Bueno, a ellos personalmente sí. Le va mal al pueblo.