En la jornada electoral del próximo domingo 19 de junio, no sólo se elegirá un presidente de entre dos candidatos y un programa de gobierno que se ejecutará durante el próximo cuatrienio; se votará también por la garantía constitucional de elecciones presidenciales libres y democráticas para el año 2026. La democracia es un albur, quienes eligen no lo suelen hacer desde la racionalidad informada, la mayoría de las veces los electores actúan desde la emocionalidad, desde la sin razón, desde la necesidad y desde la voracidad por el poder. El “Todo vale” y “El fin justifica los medios” permiten actos desleales e inmorales por parte de las campañas políticas. Los colombianos deberán escoger entre un político que lleva más de dos decenios lactando de la teta estatal, para quien gobernar Colombia forma parte de un delirio megalomaníaco, y entre un empresario sencillo, dicharachero, pragmático y cercano a la gente que ha forjado una fortuna a partir de su trabajo enjundioso y disciplinado de media centuria.
Para uno de los candidatos pareciera que mentir es patológico, al punto que ha mantenido silente su rechazo para ante la violencia que desatarán las huestes de sus electores, retocada de estallido social, si pierde las elecciones. ¿Qué destino le podría esperar a Colombia en manos de un hombre desleal en la derrota?, ¿Surgiría el J19? Este candidato no sólo es colombiano, es también costeño italiano de Zipaquirá y andino de Ciénaga de Oro. Cuando le conviene es de uno u otro lugar. El relativismo ético parece ha caracterizado la justa electoral con “el mover un poco la línea ética” en una campaña presidencial grotesca y odiosa. Al costeño le dirá que es costeño y al de la cordillera le dirá que es montañero, pero a ninguno desmentirá.
El otro candidato es un hombre sincero, recio, directo y frentero como homenaje a la estirpe santandereana que corre por sus venas. De Santander como el que más, tierra bendita cuya geografía de la Cordillera Oriental se nutre del paso del Río Yuma, formando un paisaje agreste que, para ser conquistado exigió tesón, constancia y valor que permitieron fraguar el carácter del santandereano, singular en Colombia. Es el momento para que Santander vote por Colombia. Hoy es un momento diamantino, único en la historia reciente para que Santander se levante en pie, acuda masivamente a las urnas y le dé el triunfo a un hijo de estas breñas. Santander desde tiempos de José Custodio Cayetano García Rovira (1780-1816) y don Aquileo Parra Gómez (1825-1900) no ha tenido un hijo que haya llegado al solio presidencial; en tiempos no tan lejanos, quienes más cerca estuvieron, Gabriel Turbay Abunader (1901-1947), Luis Carlos Galán Sarmiento (1943-1989) y Horacio Serpa Uribe (1943-2020), ¡lamentablemente! por diferentes motivos no lograron llegar a la primera magistratura del Estado. ¡Santander, vota por Colombia! para que un hijo de sus entrañas pueda llegar a la presidencia y hacer un gobierno decente, honesto y libre de corrupción.
Desde 1990 los presidentes colombianos han sido exclusivamente abogados y economistas. Hoy aspiran un economista con penosos e incompletos cuatro años de experiencia de administración pública y un ingeniero con más de medio siglo en experiencia gerencial produciendo riqueza y demostrando su generosidad. ¿Por qué no darle la oportunidad a un ingeniero para por lo menos ver, si construye vías que unan el País, y particularmente, en un Departamento como Santander que tiene pésimas carreteras?, ¿Frente a los indicadores económicos actuales que auguran un crecimiento económico del País, es el momento para embarcarse en un cambio de modelo productivo hacia la socialización o “democratización” de los medios y recursos económicos liderado por un economista que no ha actuado como economista?
Santander, vota por Colombia, no desde el odio que inspiran las redes sociales que motivan la decisión, entre alguien con piel de oveja que como buen político de oficio asume diferentes ropajes; o desde la verticalidad y el carácter necesarios para elegir a un hombre imperfecto, que ha evidenciado su humana debilidad al entrar en llanto por el atroz crimen cometido con su hija, y que ha aceptado con sinceridad desconocer muchas cosas, aun así, es diferente de los que siempre ha elegido Colombia como presidentes. No se rodeó en campaña de la masa que se autoerige como el cambio, con evidencias de lo contrario; masa que ha medrado inmerecidamente del Estado durante decenios y por fin decide hacer el cambio que tanto el País requiere ¿Quién puede ser tan ingenuo para creerle a esa masa?
Los colombianos elegirán entre un jactancioso resentido con ambición de poder, similar al Tiberio del médico español Gregorio Marañón (1887-1960), o un hombre anciano pero vital que está más allá de cualquiera circunstancia, porque a sus 77 años, es un triunfador que logró construir un patrimonio. Este fin de semana se trata de elegir el cambio de modelo para perpetuarse en el poder colocando en el filo de la navaja la democracia y la Constitución de 1991, o elegir un gobierno cuya prioridad será la lucha contra la corrupción y la transición para convertir a Colombia en un mejor País. Que el ejercicio del poder no sea para perpetuarse y zaherir odios como revanchismo contra quienes han obrado mal. Santander, vota por Colombia, por la lógica, por la ética y por la estética, es el tiempo del gobierno de los ciudadanos. “Por eso, bravos santandereanos, ¡siempre adelante!, ¡ni un paso atrás!”