Nunca terminamos de entender el lenguaje que describe la salida y la llegada de los huracanes. Si son atlánticos o se desarrollan en el Pacífico. Tampoco quién les pone esos horrorosos nombres que lo mortifican a uno con la previsión de los daños que pueden hacer a su paso por uno u otro lugar.
Para los que estén realmente interesados en ello, la nomenclatura fue creada por el científico Herbert Saffir, quien trabajaba en el Centro Nacional de Huracanes de los EE.UU. Robert Simpson. En 1969 decidieron juntar los nombres y darles cinco categorías en función de la intensidad y velocidad de viento. El más peligroso, el nivel 5, llega a tener vientos de hasta 251 kilómetros/hora.
Podríamos calificar la intensidad de lo que está pasando sobre la vida política y económica de los países más serios y desarrollados como si de un huracán o tormenta tropical se tratara.
Vivimos en un mar de incertidumbres y un escalamiento acelerado de conflictos, que cuando terminen de pasar por nuestras vidas, habrán dejado un nivel de desazón y desconfianza, quizás irrecuperables.
¿Qué les pasa a los líderes del mundo que no encuentran un marco de reflexión para poder conversar de los problemas comunes que nos acechan desde la llegada del famoso Covid-19?
¿Será que el modelo de funcionamiento de las organizaciones supranacionales ha llegado a su fin o no tiene herramientas para obtener resultados ante la complejidad de los problemas que afectan a los países?
Miremos. Tenemos el huracán Trump, de categoría 5. Ante semejante nivel de despropósito político pocos se han atrevido a levantar la mano. Consiguió en cuatro años lo que por décadas no lograron los más prestigiosos pensadores de las agencias de espionaje norteamericanas, poner a todo el mundo en su contra. (excepto Colombia).
Conflictos bélicos inacabados, guerras comerciales, esnobismo xenófobo, maltrato a los países amigos, provocación de intervenciones militares, desprecio por las vidas de sus ciudadanos y un sinfín de cosas similares que sonrojan hasta a los analistas más ecuánimes que revisan la desastrosa gestión. ¿Alguna queja, alguna sanción, algo?
Categoría 4. La incidencia de China en todo el desarrollo económico de los entornos estratégicos que le interesan. El país asiático como dice el dicho “arroja la piedra y esconde la mano”. China ha desarrollado monstruosas
compañías que disfrazadas de empresas privadas se dedican a hacer “arreglos” comerciales o económicos para ir adjudicándose las obras o proyectos emblemáticos en el mundo.
China ha conseguido de manera poco inocente que todos los países del Occidente entren en crisis, menos ellos, debido a la famosa pandemia que azota nuestras vidas y que está por arrasar los niveles de bienestar que teníamos tan sólo hace menos de un año. ¿Alguna reflexión sobre eso, sanciones, advertencias?
Categoría 3. Los famosos rusos. Aquellos que desde hace una década, aparecen y desaparecen en la cotidiana vida de los países considerados estratégicos. La Rusia imperialista del nuevo Zar no ha dejado de intervenir en la política interna de los países, unas veces para sacar un rédito directo y otras las muchas, para provocar tormentas políticas en entornos que volviéndose más inestables benefician a la larga sus políticas económicas.
Qué bien le iría al país, si sus meteorólogos pudieran predecir unas decididas inversiones en su industria agraria, una reconversión industrial en sus vetustas empresas, mayor transparencia en sus negocios energéticos y una lluvia fina de libertades todavía muy comprometidas después de tantos años de supuesta democracia. ¿Alguna cuenta de cobro por sus envenenamientos?
Podríamos poner muchos ejemplos. Los desatinos del gobierno español en su empeño por saltarse normas que regulan los poderes del Estado; la aparición de un cáncer en el atávico compromiso británico; la involución del gobierno colombiano que vuelve a posiciones poco democráticas del pasado; las inverosímiles frases que es capaz de pronunciar el presidente mexicano sobre como restituir las heridas históricas; o el nuevo desprecio argentino a sus compromisos internacionales que le devuelven al ostracismo de siempre.
Dice el dicho “en tiempo de tormentas, no hacer mudanza”. Mejor lo dejamos todo como está.
Las Naciones Unidas inundadas de propuestas que no pueden o quieren abordar. La OEA bajo una copiosa lluvia de decisiones y recomendaciones, que por su carácter político no puede tomar. La Unión Europea está agujereada por la tormenta de granizo que le cayó ante la falta de respuestas a la inmigración, la pandemia, la cohesión social y la falta de modelo de desarrollo económico de los nuevos integrantes.
El paso de un huracán siempre trae algo nuevo. La reconstrucción de la infraestructura, la vivienda, la luz el agua, las telecomunicaciones. Inversiones que por ser las más recientes, siempre son las mejores.
Algo así deberíamos pensar para las viejas organizaciones multilaterales.
Instituciones de otra época, cargadas de compromisos, llenas de funcionarios y sin dientes para solucionar los problemas reales.
En definitiva, reconstruirlas. Crear un “centro virtual de predicción de huracanes políticos” que eviten la prepotencia y el ninguneo de los clásicos a los países que más necesitan ser escuchados. Redefinir los marcos de convivencia y de discusión, establecer las prioridades, entender las nuevas jerarquías de los países y la manera ejecutiva de realizar las acciones que se consensuen.