Corrían los primeros meses del año 2019 y me encontré en el aeropuerto con Miguel Uribe, quien para la época, arrancaba campaña para la Alcaldía de Bogotá. Cálido y sencillo, se acercó a saludar, éramos varios, todos hacíamos parte del reciente gobierno de Iván Duque, y sin ninguna duda u objeción, tomé la decisión de votar por él a la Alcaldía.
Como todos sabemos, en esa campaña Miguel fue derrotado. Entonces en la primera crisis ministerial, un run – run se inició a escuchar sobre la posibilidad de que el protagonista de esta historia, llegara al gobierno como ministro del Interior. Fue una gran decepción para mí, que eso no se hubiera dado.
En Miguel Uribe reconocí desde el principio, ese don especial por lo público; aunque no era cercano a él, siempre me dio esa impresión, por que veía en las entrevistas que le hacían como secretario de gobierno de Bogotá, la intensión y la determinación de comerse el mundo; una característica propia de aquellos que hacen todo lo posible por aportar, por poner su grano de arena en la construcción de un sueño; en este caso, ese sueño es llamado Colombia.
De su paso por la secretaría de gobierno me impresionó lo seguro que se mostraba en las entrevistas sobre cada decisión que tomaba. A pesar de su juventud, Miguel era esa figura que inspiraba a muchos decir, yo quiero ser como él. En su determinación se podía apreciar sin duda alguna, la mezcla entre el conocimiento y la capacidad para desarrollarlo o ponerlo en práctica, esa condición me llevó a admirarlo y a empezar a reconocerlo como una figura que descollaría.
Fueron por estas razones que cuando iniciaron con los corrillos sobre su llegada al gobierno, me alegré mucho, debido a que siempre he sido un convencido que personas con su talento y visión son las que este país necesita para sacar a delante las metas propuestas; y ahora que lo pienso mejor, también me doy cuenta que en el fondo, quizás mi interés era porque se me asemejaba al presidente para el que en esa época trabajaba, ambos hacían parte de esa sangre nueva que siempre refrescan la política.
Volví a ver a Miguel en el lanzamiento de un libro en un reconocido colegio de Bogotá mucho tiempo después, era casi que el inicio del gobierno Petro y Miguel ya era senador, al verlo en el lugar me le acerqué, por esas fechas ya había sido depositada en mi la idea de escribir sobre el pacífico, así que le comenté la idea que tenía y lo mucho que me gustaría aportarle a su campaña con mis ideas de desarrollo económico para esa zona del país.
Él se mostró interesado, intercambiamos teléfonos y desde allí iniciamos a hablar sobre los temas de campaña y del pacífico. En una de esas charlas, a mediados del 2024, me dijo que estaba interesado en que yo entrara en su equipo programático, yo acepté con entusiasmo y esperé impacientemente la llamada, la cual, se demoró bastante en llegar; cuando llegó, yo estaba en el exterior, hablando del pacífico colombiano en varios escenarios académicos y empresariales. Recuerdo su llamada: Jefferson buenos días, ya vamos arrancar en forma con la campaña.
Ayudé por un tiempo a su equipo programático y con frecuencia le enviaba información sobre temas que me parecían de relevancia, él amablemente contestaba mis mensajes con amabilidad, haciéndome comentarios que denotaban su interés en los temas. La semana del atentado hablamos por última vez, me envío un mensaje de voz en donde se disculpaba por no poder asistir al lanzamiento de mi libro, debido al evento que tenía con Asobancaria en Cartagena. Pero en el mismo mensaje manifestaba su interés en que a su regreso nos reuniéramos para hablar del tema.
Hoy Miguel esta muerto, y parece mentira que en un país como este, cosas como esto ocurran; las balas de los asesinos alcanzaron la humanidad de Miguel un sábado finalizando la tarde, y dos meses con algunos días después, me desperté con la noticia de su muerte; le cercenaron a un hijo el derecho de crecer con su padre, le negaron la posibilidad a su esposa de disfrutar de su marido, arrancaron de raíz la posibilidad que tres niñas pudieran ver madurar sus vidas guiadas por aquel a quien llamaban papá.
En qué clase de país vivimos? Muchos dirán que es la voluntad de Dios, yo dudo mucho que así sea; no porque El permita que pase, quiere decir que es su voluntad, mas bien este luto que nos impone la desfachatez, es el resultado de nuestra misma decadencia como sociedad, una sociedad que sigue empeñada en caminar los senderos de esta vida sin comprender las palabras de aquel que murió en la cruz.
Jefferson Mena
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