La capital está perdiendo una de las iniciativas más ambiciosas de renovación urbana, ambiental y social de su historia reciente: el proyecto Ciudad Río.
Este plan fue una de las grandes apuestas del exalcalde Enrique Peñalosa, que nació bajo el POT de 2004 (Decreto Distrital 190/04) y se concibió como un proyecto de renovación urbana y rural que buscó dinamizar los espacios alrededor del río Bogotá en el tramo del cauce que pasa por Chía, Cota, Funza, Mosquera, la capital y una parte de Soacha. Con 67 kilómetros de malecón, 2.976 hectáreas y un cauce de 30 metros de ancho, Ciudad Río prometió transformar la relación de los ciudadanos con el río.
El contrato que sustentó la propuesta se ejecutó. Se hicieron los diagnósticos, se definieron los alcances de los estudios técnicos, se cumplieron los objetivos trazados. Toda esa información quedó disponible. Sin embargo, el proyecto murió porque Claudia López no lo incluyó en su POT (Decreto Distrital 555/21). Así, un proyecto que pudo darle un nuevo rostro a la ciudad se archivó y quedó como un sueño inconcluso.
Ciudad Río no se planteó como un simple ejercicio de urbanismo. Buscó fortalecer la conexión ambiental del río Bogotá con humedales como La Conejera, Juan Amarillo y Jaboque, además de los afluentes Fucha y Tunjuelo. Quiso ampliar el área verde por habitante a 11 metros cuadrados (dato de 2017) y priorizar el transporte público y no motorizado en el borde occidental. Además, contempló 998.000 metros cuadrados para nuevos equipamientos: 85% vivienda, 6% comercio, 4% servicios y 3% industria y logística.
Este tipo de proyectos los podemos encontrar en varias ciudades del mundo e incluso del país. Ciudades que se arriesgaron por una revitalización urbana y ambiental alrededor de sus ríos y lo lograron. Buenos Aires con Puerto Madero, París con la Ribera Izquierda del Sena, Washington con The Wharf, Montería con el Malecón del Sinú y Barranquilla con el Gran Malecón del Magdalena.
El caso de Bogotá no fue distinto en sus orígenes. Entre 1920 y 1940, el río se navegó y sirvió para transporte y economía diaria. Entre 1950 y 1970, fue espacio recreativo y agropecuario. Pero desde entonces se volvió un lugar contaminado, aislado y vergonzante. Se habló de su descontaminación, se diseñaron plantas de tratamiento como Salitre y Canoas, se invirtieron recursos, pero no hemos logrado recuperarlo y que vuelva a ser parte de la ciudad.
Uno cuida lo que conoce. Por eso Ciudad Río representa más que ladrillos y parques: significa recuperar la apropiación ciudadana de un recurso natural esencial. Sin esa apropiación, la descontaminación del río nunca será integral.
Hoy el POT vigente impide retomar este proyecto. Pero Bogotá necesita repensar su relación con el río y su ordenamiento territorial. Si la capital quiere llamarse sostenible, debe mirar al río de frente. Ciudad Río fue la oportunidad que dejamos escapar, pero también puede ser el camino que recuperemos si entendemos que el futuro de Bogotá se construye con el río, no a sus espaldas.
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