Por: MCF. José Román González, docente del programa de Administración de Empresas de la Universidad de América.
La relación entre política y economía es innegable. La actividad económica no se desarrolla en un vacío, sino en un marco institucional y político que condiciona sus posibilidades de crecimiento y estabilidad. Comprender esta interacción es esencial para diagnosticar la situación actual del país y proyectar escenarios futuros.
Economía y política: vasos comunicantes
Las decisiones de inversión, consumo, expansión empresarial o adquisición de bienes durables dependen, en gran medida, de la percepción de estabilidad política. En Colombia, la tasa de inversión ha descendido del 24 % al 17 % del PIB en los últimos años, reflejando cómo la incertidumbre erosiona la confianza y limita el dinamismo económico.
Un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), titulado ¿Cómo afecta la inestabilidad política al crecimiento económico?, analizó datos de 169 países a lo largo de 44 años. Sus conclusiones son contundentes: cada cambio de gabinete reduce el crecimiento del PIB per cápita en 2,39 puntos porcentuales, debido a menor productividad, caída en la inversión física y retrocesos en la inversión en capital humano.
Venezuela es un ejemplo extremo. Entre 2013 y 2018 su economía se contrajo un 47,6 %, mientras que la inflación en 2018 superó el 130.000 %. El deterioro económico fue consecuencia directa de decisiones políticas autoritarias y desestructuradas.
Crecimiento económico en medio de crisis política: ¿es posible?
Aunque no es lo común, existen casos en que la economía crece pese a la inestabilidad política. Perú, denominado por algunos expertos como “la paradoja peruana”, experimentó seis presidentes en siete años (2016-2022) y, aun así, mantuvo un crecimiento promedio anual del 4,8 % entre 1993 y 2019. Entre las explicaciones figuran:
- Autonomía institucional de organismos como el banco central.
- Desconexión entre la economía productiva y la política mediática.
- Entornos externos favorables, como altos precios de materias primas o flujos de inversión extranjera.
China ilustra otro tipo de paradoja: crecimiento sostenido en un contexto de tensiones políticas y autoritarismo. Su modelo combina sistemas económicos interdependientes, aunque sin sinergias plenas, demostrando que no toda estabilidad económica requiere estabilidad democrática.
¿Es sostenible esta paradoja?
Para la exministra María Claudia Lacouture, la respuesta es negativa. La economía puede resistir tensiones políticas solo si se sustenta en bases sólidas: autonomía del banco central, reglas fiscales estables, apertura comercial y un empresariado robusto. Sin estos elementos, la incertidumbre desalienta la inversión y frena el crecimiento.
Colombia ha vivido su propia versión: décadas de conflicto armado coexistiendo con relativa estabilidad macroeconómica. El economista Leopoldo Ferguson atribuye esto a dos factores: el impacto desigual del conflicto —más severo en zonas rurales— y un pacto tácito entre élites para mantener la ortodoxia macroeconómica. Sin embargo, este consenso se ha debilitado en los últimos años, afectado por decisiones fiscales y un clima político polarizado.
El panorama actual: luces y sombras
El Banco Mundial proyecta que la economía colombiana crecerá un 2,4 % en 2025 y alcanzará su potencial del 2,9 % en 2027. El Banco de la República prevé una inflación convergiendo hacia el 3 %, lo que constituye una señal positiva. No obstante, la situación fiscal es preocupante: el gasto supera los ingresos y la deuda pública alcanza el 61 % del PIB, similar al nivel de la pandemia.
La reducción de la inversión pública, la caída del 2,3 % en los ingresos fiscales y la depreciación superior al 40 % de las acciones de Ecopetrol desde 2022 agravan el panorama. La alta rotación ministerial —53 ministros en menos de tres años— incrementa la incertidumbre, como refleja el Índice de Incertidumbre de Política Económica de Fedesarrollo, que en abril de 2025 alcanzó 299 puntos, muy por encima del promedio histórico de 100 puntos.
Nota recomendada: Desempleo sigue bajando, según el DANE
En este contexto, el crecimiento económico no es suficiente para reducir la pobreza de forma significativa. El desempleo no aumenta, pero se explica por el avance del empleo informal. La inversión se mantiene estancada, el déficit fiscal está en máximos históricos y la calificación crediticia ha sido degradada, lo que condicionará las decisiones del próximo gobierno y exigirá ajustes de alto costo político.
Colombia no ha sufrido dictaduras como otros países de la región, pero ha debido gestionar un frágil equilibrio entre estabilidad económica relativa e inestabilidad política. Este balance no es garantizado y, sin reformas y consensos de largo plazo, puede quebrarse. El llamado “sesgo de supervivencia” —centrarse en los casos que han resistido la tormenta— no debe generar complacencia. La evidencia es clara: la política sí importa, y su impacto en la economía es profundo, duradero y, en muchos casos, determinante para el bienestar nacional.
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