Hablaré sobre la primera línea de Petro, y no precisamente de la cercanía y de la afinidad del presidente con el grupo de manifestantes del estallido social en Colombia del 2022, tampoco de los cuestionamientos sobre su relación con las drogas, como lo han sugerido algunas personas cercanas al él durante los últimos años. Habló de su primera línea de funcionarios y del círculo cercano para sacar adelante el plan de Gobierno.
Aunque el término primera línea hace referencia a las posiciones militares en áreas de guerra, hay un contexto de una organización estatal, donde se marcan las jerarquías y los liderazgos, para orientar el éxito o el fracaso de esta.
Es evidente, el mayor karma que ha tenido #PetroLíderMundial ha sido su incapacidad para armar una línea sólida de altos funcionarios que lo respalden y así sacar adelante sus planes y reformas. Desde el inicio de su periodo quedó en evidencia la dificultad para consolidar un equipo firme, capaz de mantenerse unido.
Un primer remezón ministerial que sacó del radar a figuras experimentadas en gestión pública fue el comienzo de una serie de episodios vergonzosos que acapararon la atención de la opinión pública. Verónica contra Nicolás, Hollman contra Nórida, Laura contra Armando, Carlos contra Alfredo, Francia contra Laura, Laura contra Gustavo, Eduardo contra Armando y las que aún quedan por ver.
Lo que hemos evidenciado en la cúspide de esta pirámide, se replica perfectamente en la gestión de cada una de las instituciones gubernamentales. El desequilibrio que existe entre el interés personal y el colectivo nunca había sido tan marcado como lo es en este Gobierno. Ni que decir de su incapacidad para alinear discursos y movilizar jugadas políticas en el Congreso.
Y claro que al interior de todos los gobiernos hay fricciones, pero nunca se había visto tanta rencilla escalada a escenarios mediáticos, como las vistas desde hace tres años. El gobierno de Petro sabía que su mayor reto era mantenerse unido para afrontar la férrea resistencia que iba recibir, gracias al poco margen con el que ganó las elecciones en el año 2022.
Insinuar a Gustavo Petro como líder mundial es un mal chiste, eso no es serio. Es insensato, cruel y va en contra de toda teoría de liderazgo existente para las organizaciones. Incapaz para armar un grupo que supiera respaldarlo, y débil para mantener la armonía al interior de su séquito, son sus cartas de presentación para cargar banderas y causas que le quedan grandes a todas luces.
Hoy queda la sensación de que Petro fue usado por varias personas de su círculo cercano para satisfacer sus vanidades personales: salir del anonimato, aumentar su poder dentro del Estado, apalancar campañas futuras, mover negocios y aprovechar al máximo los cuatro años de este Gobierno para sacar la mejor tajada.
El petrismo como proyecto político se quedó solo en un discurso, que aún sirve para mantener la fidelidad de los seguidores, quienes incapaces de ver la decadencia de su caudillo buscan razones para aplaudir sin reflexión. Ojalá que Petro guarde muy bien el discurso que le regaló impreso su actual directora del DAPRE, Angie Rodríguez, como un recuerdo de una fidelidad que le fue esquiva en su paso por la presidencia.
Petro nunca pudo armar una verdadera primera línea de gobierno.
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