En la aldea del Norte (EE. UU.), los sabios revisaron los pergaminos del trabajo y descubrieron un giro inesperado: lo que parecía próspero se tornó sombrío. Algunos datos que antes brillaban como oro se convirtieron en polvo tras las correcciones.
Los mercados, inquietos, susurran que el Gran Consejo de la Fed lanzará en septiembre un hechizo de reducción de tasas: un movimiento seguro de 25 puntos, y quizá, si la luna lo permite, un conjuro mayor de 50.
Ante estas señales, los caballeros del Tesoro vieron cómo sus bonos se volvían más valiosos, el dólar perdió parte de su armadura, y las acciones quedaron en un limbo de dudas: ¿es bendición por tasas más bajas o advertencia de una economía cansada?
En el Reino de Colombia, los magos de Crédito Público hicieron una jugada astuta: compraron de vuelta bonos en dólares con descuento (pagaron 4.600 millones por un valor de 5.400). Con esto, redujeron deudas y aligeraron intereses de corto plazo. Sin embargo, algunos druidas advierten que el reino solo cambió un tipo de riesgo por otro, y el debate sobre la sostenibilidad divide a los sabios.
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Por ahora, las tasas de deuda bajaron y el dólar local perdió fuerza. Los druidas de la inflación trajeron noticias menos alentadoras: el IPP repuntó, especialmente por los conjuros del agro (92% del aumento). La inflación del reino llegó al 5,1%. Esto complica que la espada del Banco de la República se mueva hacia recortes rápidos, aunque los vientos externos (la Fed) podrían dar margen.
En las torres de la Corte Constitucional, el nombramiento de Carlos Camargo como nuevo guardián del equilibrio refuerza la estabilidad institucional. Para los mercaderes, la señal es positiva: mientras los muros judiciales se mantengan firmes, los mercados descansan más tranquilos.
Pero en los pasillos del castillo político surge un proyecto ambicioso: una reforma tributaria que busca recaudar 26 billones (1,4% del PIB). Incluye gravar más bienes, exigir más a la banca, y poner tributos a minería y ciudadanos. Los bardos murmuran que el momento político y económico no es favorable, y que el hechizo quizá nunca se apruebe. Si fracasa, el déficit podría alcanzar 8,6% del PIB en 2026, el más grande en la historia del reino.
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