Ir al contenido principal

Horarios de atención

De lunes a viernes:
8:00 AM – 5:00 PM

Whatsapp: (+57) 317 599 0862
Teléfono: (+57) 313 7845820
Email: [email protected]

Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Miguel Uribe Turbay

Cae alias ‘El Viejo’, implicado en el crimen de Miguel Uribe Turbay

Simeón Pérez Marroquín, alias El Viejo, fue capturado en la vereda Brisas del Güejar en Puerto Lleras (Meta). La detención se hizo en el marco de la investigación que sigue la Fiscalía General de la Nación por el crimen del senador y precandidato del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay.

Alias ‘El Viejo’ es considerado como el intermediario entre la red delincuencial que ejecutó el crimen y los autores intelectuales.

 

Las autoridades consideran a “El Viejo” una pieza clave dentro de la investigación. La captura se produjo durante un operativo realizado por la Policía Nacional, tras una labor de inteligencia coordinada con el ente investigador.

Nota relacionada: Judicializan a alias ‘El Caleño’ por el crimen de Miguel Uribe Turbay

La Fiscalía le imputará los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir, uso de menores de edad para la comisión de delitos y porte ilegal de armas de fuego.

Judicializan a alias ‘El Caleño’ por el crimen de Miguel Uribe Turbay

Jhorman David Mora, conocido con el alias de ‘El caleño’ presuntamente vinculado al magnicidio del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, fue judicializado en las últimas horas.

De acuerdo con las investigaciones de la Fiscalía General de la Nación, alias ‘El caleño’, quien presuntamente se encargó de contactar al menor de edad que disparó contra Miguel Uribe en el parque El Golfito de Bogotá.

 

Nota recomendada: Tiroteo en el barrio Mazurén dejó tres militares heridos

El ente investigador pudo establecer que este sujeto realizó una videollamada desde el centro de reclusión para convencer al menor de edad de disparar contra el senador del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, quien estaba en medio de un acto de campaña.

Confirman sanción al menor de edad que asesinó al senador Miguel Uribe Turbay

El Tribunal Superior de Bogotá confirmó la condena que le había impuesto un juez especializado al joven sicario que disparó contra el senador Miguel Uribe Turbay por los delitos de tentativa de homicidio y porte ilegal de armas.

Los magistrados del Tribunal de Bogotá expertos en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (Spra), determinaron que los siete años de tareas orientadas impuestas para su resocialización fueron más que suficientes y se ajustan a los hechos en los que esta involucrado.

 

El menor de edad disparó contra el senador Miguel Uribe Turbay en el parque El Golfito, mientras hablaba a un grupo de personas que asistieron a uno de sus actos políticos en el marco de su precandidatura presidencial.

El adolescente menor de 15 años fue capturado de inmediato y la información que entregó a la Fiscalía ha permitido dar con seis personas más involucradas en el asesinato.

¿Siete años por asesinar? La justicia para menores debe replantearse ya

Macondo se caracterizaba porque allí sucedía lo inconcebible, y eso, es justamente lo que pasa en Colombia; el país donde lo macondiano se entrelaza con la realidad.

La reciente condena de solo siete años para el asesino de Miguel Uribe Turbay no solo es una bofetada a su memoria y a su familia: es también una radiografía alarmante del colapso moral y jurídico del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes en Colombia, que, en mi opinión, debe replantearse de inmediato, de lo contrario, se seguirán utilizando menores para cometer estos delitos.

 

¿Cómo es posible que un crimen atroz, un magnicidio, cometido con plena intención, reciba una pena tan baja, mientras otros ciudadanos enfrentan castigos mucho más severos por hechos que ni siquiera han sido probados con solidez?

El caso del presidente Álvaro Uribe Vélez, un colombiano probo que ha entregado lo mejor de sí a este país, hoy podría verse enfrentado a una pena más severa que la de este menor, que con sus acciones arrancó el árbol fresco del jardín de la democracia.

¿Cómo explicar que, para nuestro sistema de justicia, matar a un ser humano resulte menos grave y por ende reprochable que la pena impuesta al presidente Uribe en primera instancia de un proceso cuestionado por la falta de pruebas? La justicia está enviando el peor mensaje posible: que la vida vale poco y que la ley se aplica con criterios ideológicos y políticos, no con objetividad.

El magnicidio de Miguel Uribe Turbay fue un acto violento y deliberado, que exige una respuesta proporcional, ejemplarizante y justa. En cambio, lo que hemos visto es una condena simbólica, que parece más una invitación a la impunidad que un verdadero acto de justicia. Además, el país y el mundo, esperan conocer quién dio la orden de asesinar a Miguel. 

Nota relacionada: Privan de libertad por siete años al menor que asesinó a Miguel Uribe Turbay

Es urgente replantear el sistema de responsabilidad penal para menores en Colombia. No puede ser que, por el solo hecho de no haber cumplido 18 años, una persona que mata, con plena conciencia e intención a otra, sea beneficiaria de privilegios. La edad no puede seguir siendo un escudo ante delitos atroces. Si un joven tiene la capacidad de decidir ejecutar un homicidio, también debe tenerla para asumir las consecuencias de sus actos y enfrentar el peso de la ley.

Por eso, aplaudo la decisión de congresistas del Centro Democrático y de diferentes toldas políticas, de unirse para liderar proyectos de ley que permitan juzgar a adolescentes que cometen este tipo de crímenes, como mayores de edad.

La condena impuesta a este joven produce rabia, vergüenza y al mismo tiempo dolor, pues él destruyó de la forma más cobarde a una familia. La pena que obtuvo y que deberá pagar en un centro de atención especializada es un incentivo a que los grupos criminales continúen utilizando menores de edad para perpetrar crímenes.

Este no es un llamado al castigo por castigo. Es una exigencia de coherencia y respeto por las víctimas, pues la justicia está protegiendo al victimario mientras abandona a las familias. Sin duda, se trata de una justicia fallida.

En Colombia no podemos seguir permitiendo mensajes errados como los del presidente Gustavo Petro, quien con su fracasada “Paz Total”, constantemente privilegia a quienes han cometido delitos. Así lo hizo con el asesino de Miguel tan solo unos días después del atentado cuando dijo que “si no cuidamos los niños de la patria no tendremos patria”. 

Por Miguel Uribe Turbay y por todos los colombianos que creen en la ley como un pilar de la democracia, levantamos la voz. No más impunidad, no más doble moral judicial. Colombia necesita una justicia firme, coherente y verdaderamente justa, es por eso que en el 2026 los electores deben decidir correctamente al acudir a las urnas.

Andrés Barrios Bernal

Privan de libertad por siete años al menor que asesinó a Miguel Uribe Turbay

Un juez del conocimiento del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) sancionó al menor de edad que disparó contra el senador y precandidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, el pasado 7 de junio, en el barrio Modelia de la localidad de Fontibón, en el occidente de Bogotá.

La decisión precisa que el menor de edad deberá permanecer siete años privado de libertad
en un centro de atención especializada.

 

De acuerdo con la investigación de la Fiscalía General de la Nación, el joven fue contactado y convencido de ejecutar el ataque armado. En ese sentido, fue citado al barrio Modelia y a bordo de un carro conducido por Carlos Eduardo Mora González, recibió una pistola Glock 9 mm de manos de Elder José Arteaga Hernández, alias Chipi. Posteriormente, descendió del vehículo, caminó al parque El Golfito donde la víctima participaba en una concentración política y le disparó.

Durante la audiencia de acusación realizada el pasado 4 de agosto, el joven aceptó los delitos de homicidio en grado de tentativa y fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego, accesorios, partes o municiones. Siete días después el senador y precandidato Uribe Turbay murió.

Nota recomendada: Miguel Uribe Londoño reemplazará a su hijo Miguel Uribe Turbay en la consulta del Centro Democrático

Los que suenan para reemplazar a Miguel Uribe Turbay en la consulta del Centro Democrático

El Centro Democrático se encuentra a la espera del nombre de la persona que entrará a competir por la candidatura del partido a la presidencia de la república, en reemplazo del senador asesinado, Miguel Uribe Turbay.

La condición innegociable que pusieron los cuatro precandidatos, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Andrés Guerra y Paola Holguín para aceptar que una quinta persona entrara a la consulta del Centro Democrática, es que debía salir del partido y con militancia comprobada.

 

Así las cosas, se les cerró la puerta a candidatos externos como Vicky Dávila, Abelardo de la Espriella y Juan Carlos Pinzón, quienes simpatizan con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, pero nunca han hecho parte de las filas del Centro Democrático.

En el sonajero para ocupar la silla vacía están los nombres de Andrés Forero, quien acompañó la aspiración de Miguel Uribe Turbay al senado como su fórmula a la Cámara de Representantes. Llegó al Congreso luego ser concejal de Bogotá del Centro Democrático.

Nota recomendada: Álvaro Uribe cierra la puerta de la consulta del Centro Democrático a quienes no han militado en su partido

También han sonado los nombres de María Claudia Tarazona esposa de Miguel Uribe Turbay y el de su hermana María Carolina Hoyos.

El nombre que parece tomar fuerza es el del padre del senador Uribe Turbay, Miguel Uribe Londoño, quien no solo es un convencido de las ideas del expresidente Álvaro Uribe Turbay, sino que además hizo parte de las directivas del Centro Democrático y estuvo al frente de la campaña del partido en Bogotá en el año 2014.

ELN niega estar detrás del asesinato de Miguel Uribe Turbay

El comandante de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Antonio García, ha negado este lunes cualquier responsabilidad del grupo armado en el atentado del pasado 7 de junio en Bogotá contra el senador y precandidato presidencial, Miguel Uribe, después de que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, haya apuntado en diferentes ocasiones al ELN como «probable» autor del asesinato.

«El ELN resulta acusado por el presidente de un acto que no ejecutó. Pues el ELN, cuando hace algo, tiene el valor de responder», ha asegurado en un comunicado en el que ha acusado al mandatario colombiano de «atreverse a mentir de manera descarada, diciendo que el ELN está comprometido con el narcotráfico».

 

García se ha hecho eco de las palabras vertidas por Petro la semana pasada cuando afirmó: «El ELN también aquí está asesinando colombianos. Y es probable, no puedo afirmarlo, que sea el autor del asesinato del senador Miguel Uribe Turbay por dinero».

En este sentido, ha considerado que con estas declaraciones, que ha descrito como «trabalenguas o traba-verdades», el presidente «trata de dejar en el imaginario de la gente que fue el ELN el autor del asesinato» del precandidato presidencial del Centro Democrático.

«Así de fácil y como por el encanto de unas cuantas palabras armadas en un trabalenguas», ha agregado, tras criticar que Petro «es consciente que (la autoría) no está confirmada (y) no espera a la investigación».

El líder del ELN ha sostenido además que el presidente «sin duda se presta a los planes imperialistas norteamericanos» y que «algo le está pagando a los gringos con estas mentiras», al tiempo que le ha pedido «responsabilidad con la historia y no ser vedette para los medios de desinformación».

Además, ha denunciado que el «dolor (por la muerte de Uribe) se manipula, (…) malintencionadamente se trata de achacar al ELN» así como para obtener rédito electoral y ha apuntado a que el padre de la víctima, el expolítico Miguel Uribe Londoño, «por sus vínculos y acciones, ‘non sanctas’, con o contra algunos esmeralderos terminó colocando en grave riesgo a su hijo».

Por su parte, Petro ha asegurado en su cuenta de la red social X que «nunca» ha hecho tales acusaciones y ha instado al grupo armado a «leer más que la prensa, directamente (sus) discursos».

«No hablo por hablar. Los indicios muestran una vía hacia la Segunda Marquetalia, con asiento en Venezuela y Colombia; es probable que le hayan pagado a la Segunda Marquetalia por asesinar al senador», ha señalado sobre esta disisencia de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Petro ha afirmado eso sí que los dos grupos armados «están en guerra abierta contra el Gobierno, están en una oposición armada». «Las dos están centradas en las economías ilícitas, han entrado en guerra entre sí, después de la trampa que el ELN le puso a la Segunda Marquetalia en territorio venezolano», ha concluido.

La Segunda Marquetalia denunció a principios de agosto ser víctima de una emboscada por parte del ELN, a quien acusó de perpetrar un ataque con explosivos cuando ambos grupos iban a mantener un encuentro, matando así a uno de sus cabecillas José Sierra Sabogal, alias ‘Zarco Aldinever’, vinculado por Bogotá precisamente en el asesinato del senador Uribe.

 La estrategia de la virtud

El estado de guerra ha sido reemplazado por el estado de odio. El odio reivindica la violencia y la violencia aumenta la incertidumbre y el azar, sobre todo para quienes la ejercen, por eso los que planearon el asesinato de Miguel Uribe se encontraron frente a resultados imprevistos. La gente se identificó con Miguel porque representaba a la vez al político virtuoso y a la elite ilustrada, era la moral más el conocimiento.

Un buen hombre que era también un hombre superior. En este caso el hombre superó a la idea y los asesinos fracasaron porque no eliminaron ni al hombre ni la idea y pusieron en la escena política la expectativa profunda del hombre común de ser liderado por la virtud y no como se cree usualmente, por la simple eficacia. Pero de este “viaje del héroe” solo Miguel Uribe Londoño extrajo la verdadera consecuencia política que implicaba cuando afirmó que “esta guerra tiene culpables y responsables. Lo sabemos. No tenemos ninguna duda de dónde viene la violencia. No tenemos duda quién la promueve. No tenemos duda quién la permite. “porque frente a esta certidumbre el objetivo es que los asesinos de Miguel Uribe no ganen las elecciones, se trata de votar por los asesinos de Miguel, o en contra de ellos.

 

Leo Strauss estableció que la política era en el fondo un tensión permanente entre razón y revelación. El ámbito religioso en que se desarrolló la larga agonía de Miguel, las palabras dichas en una catedral, la oración fúnebre y los símbolos sagrados que rodearon y rodean su muerte, suponen que  en este caso la tención de Strauss se inclinó por la revelación, por una ciudadanía que rechaza el mal en un marco paradójico y brutal porque no se puede ignorar que una parte de la sociedad, de manera secreta, y vergonzante, se alegró por el asesinato de Miguel, la parte que conforma el estado de odio y que ahora tiene representación y voz desde el estado. Por eso la afirmación de “no tenemos ninguna duda de donde viene la violencia…” es el único enunciado verdaderamente estratégico que se ha planteado en medio de la confusión. Es una afirmación política y supone una causa, la de erradicar esa fuente de violencia, la de derrocar al odio.

El asesinato de Miguel creó un escenario político completamente nuevo.  Un escenario que los planificadores del crimen no controlan. Su objetivo era conservar el poder, pero el resultado ha sido que perderán el poder, siempre y cuando, sus opositores comuniquen con absoluta claridad que la ciudadanía tiene que elegir entre los asesinos de Miguel o quienes castigaran a sus asesinos y como “no tenemos ninguna duda de donde viene la violencia…”, la elección tiene que ser sobre quien no tenga ninguna duda. Se trata de representar un legado moral, no un legado ideológico. Más que una simple elección, estamos frente un desafío existencial.

 Descubrimos que en política la virtud es posible. Miguel, con su trágico destino, logró que la gente entendiera que no tenemos por qué elegir el mal. Después de la caída, unos disparos en un parque nos mostraron que lo contrario del odio es la virtud.

Jaime Arango

Del duelo al odio: Cuando la memoria se convierte en arma

Sobre la muerte de Miguel Uribe, tras dos meses en la Fundación Santafé, me quedan muchas reflexiones y preguntas. Entiendo lo doloroso que es la partida de un ser querido, un amigo, un compañero y un referente político para muchos en el país. Ninguna muerte debe celebrarse, y menos aun cuando se trata de un crimen político. La democracia se empobrece con cada vida que se apaga de manera violenta.

Pero lo que presenciamos en su funeral fue estruendoso y perturbador: discursos cargados de odio, de advertencias de exterminio, de llamados a acabar con la izquierda y de acusaciones sin pruebas contra el presidente de la República. No fue un acto íntimo de duelo, silencio y reflexión, como en redes sociales insistían sus familiares y copartidarios. Fue, más bien, un escenario para agitar viejas batallas, victimizarse políticamente y revivir los fantasmas de la guerra interna.

 

El discurso de Álvaro Uribe Vélez es ilustrativo. En lugar de honrar la memoria de Miguel con grandeza y serenidad, eligió instrumentalizar su muerte para desatar acusaciones graves y peligrosas: habló de un supuesto “magnicidio instigado” por el presidente Petro, comparó lo sucedido con el asesinato de Álvaro Gómez, y sostuvo que recordar el genocidio de la Unión Patriótica es una “tesis socorrida del régimen”. Con ello no solo distorsiona la historia, sino que niega el exterminio más documentado en la política colombiana: más de 6.000 militantes, congresistas, alcaldes y líderes sociales de la UP asesinados por un engranaje de Estado, narcotráfico y paramilitarismo, que ya cuenta con sentencias y condenas internacionales al Estado colombiano.

Uribe, en su afán de victimización, pretende borrar de un plumazo esa memoria incómoda. Afirma que en su gobierno no hubo instigación contra la oposición, que incluso protegió a Petro y a los congresistas de la UP. La realidad es otra: bajo su mandato hubo desplazamientos masivos, ejecuciones extrajudiciales, persecuciones judiciales y un país marcado por la doctrina del enemigo interno. La sombra de los falsos positivos, los vínculos con paramilitares y la connivencia de sectores estatales con el exterminio político no se borran con una frase pronunciada en medio del dolor.

Lo grave es que, en vez de asumir el duelo como un momento de reconciliación nacional, Uribe y otros voceros lo convirtieron en plataforma de odio. Alejandra Azcárate habló de “exterminar la plaga”, Abelardo de la Espriella de “acabar con la izquierda”, y Uribe mismo agitó el fantasma de un enemigo interno al que hay que derrotar con ayuda de “servicios de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido e Israel”. Ese lenguaje es gasolina en un país aún atravesado por el dolor de décadas de violencia política.

El asesinato de Miguel Uribe es un hecho doloroso que exige verdad y justicia. Pero utilizarlo para profundizar la polarización, negar genocidios históricos y reescribir la memoria colectiva no es homenaje, es manipulación. En la medida en que los líderes políticos sigan instrumentalizando la muerte para perpetuar el odio, Colombia seguirá atrapada en el mismo círculo de violencia que tanto nos ha costado superar.

Hoy más que nunca Colombia necesita rechazar de manera categórica la violencia y el odio como formas de hacer política. La vida debe ser el único principio inviolable sobre el cual se construya nuestra democracia. Escuchar al diferente, debatir con argumentos y reconocer que en este país cabemos todos es la única vía para romper con los ríos de odio que algunos quieren seguir desbordando en los discursos políticos. No podemos volver a repetir la historia de muerte y dolor que dejó el uribismo en el poder: más de 6.402 jóvenes asesinados en los mal llamados “falsos positivos”, más de 3 millones de personas desplazadas forzosamente, miles de personas desaparecidas forzadamente en el conflicto y un exterminio político como el de la Unión Patriótica que aún espera verdad y justicia. Esas cifras son un recordatorio doloroso de lo que ocurre cuando el odio y la estigmatización se convierten en política de Estado.

El verdadero honor a Miguel no está en convertirlo en un mártir de una causa partidista, sino en reafirmar el valor supremo de la vida, la necesidad de la memoria y la urgencia de rechazar —sin titubeos— cualquier discurso que siembre odio y legitime la violencia.

Por: Quena Ribadeneira

Entre el duelo y la manipulación

El asesinato del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, un hecho lamentable y doloroso que debería habernos convocado a la reflexión serena y a la reafirmación del valor de la vida, terminó convirtiéndose en un escenario de utilización política y mediática. Lo que pudo ser un espacio de duelo colectivo se transformó en una tribuna donde se reforzó la polarización y se avivaron resentimientos, incluso bajo el amparo de mensajes que, paradójicamente, hablaban de paz.

El sepelio, más que un acto de despedida respetuosa y solidaria fue usado como plataforma para emitir mensajes cargados de tensiones y divisiones. En lugar de promover un clima de perdón y reconciliación, la tragedia se instrumentalizó para insistir en la idea de que la política es un campo de enemigos irreconciliables. La paradoja resultaba evidente, ya que se mencionaba la palabra “paz” mientras se alimentaban sentimientos de revancha, como si el lenguaje se redujera a un recurso retórico y no a un compromiso ético.

 

El tratamiento mediático y político del sepelio dejó entrever un mensaje simbólico inquietante, pues se reafirmó el concepto de que existen familias destinadas a dirigir el país, como si sobre ellas pesara un mandato “natural” de perpetuar su hegemonía. Familias que, en muchos casos, no han estado dispuestas a renunciar a privilegios acumulados en medio de contextos de violencia, corrupción o connivencia con estructuras de poder excluyentes.

Bajo la autoproclamación de “gente de bien” se levanta un muro simbólico que divide a la sociedad entre quienes se asumen herederos legítimos del poder y quienes, se atreven a cuestionar ese orden establecido. En este escenario, la tragedia se convierte en vehículo para reafirmar la narrativa de que la nación solo puede ser conducida por unos pocos, mientras se deslegitima a los sectores que demandan transformaciones y que hoy participan en el gobierno. Se repite la vieja fórmula de los incluidos y los excluidos.

Nota recomendada: ¿Hasta dónde nos está llevando la violencia verbal en la política?: responde Luis Emil Sanabria

En este proceso se olvida, además, la historia de genocidios, magnicidios y asesinatos sistemáticos contra lideresas y líderes sociales, políticos y defensores de derechos humanos comprometidos con la equidad y la justicia social. Este olvido selectivo revela una voluntad de invisibilizar violencias que han marcado profundamente a los sectores más vulnerables, mientras se refuerza un relato de victimización que justifica la conservación de privilegios.

Las grandes empresas de comunicación, lejos de propiciar un debate equilibrado, amplificaron selectivamente las voces que buscaban culpar y señalar, profundizando la fractura nacional. La cobertura, más que plural, se orientó a sobredimensionar el dramatismo y a moldear una narrativa de confrontación. En la lógica de la inmediatez, se olvidó que el periodismo no solo informa, sino que también configura marcos de interpretación. Al optar por titulares cargados de emotividad política, los medios renunciaron a su papel de mediadores y se convirtieron en actores de la contienda.

El uso de la palabra “paz” en discursos que incentivaban la confrontación es quizás el signo más doloroso de la manipulación. Convertir la paz en un eslogan de disputa, en lugar de un horizonte compartido, degrada el sentido mismo de una palabra que tanto necesita Colombia. La paz no puede ser invocada como consigna para legitimar tensiones; debe ser una práctica constante de reconciliación y un esfuerzo por construir instituciones, memorias y relatos comunes.

A quienes, dicen querer un país en paz y practican todo lo contrario, hay que recordarles que ello exige revisar políticas económicas que han relegado a las mayorías a la exclusión, la precariedad y la pobreza. La paz no puede ser la espera eterna de la ciudadanía. Si se quiere avanzar hacia una verdadera reconciliación, se debe estar dispuesto a la equidad, a desmontar estructuras injustas y a reconocer que la dignidad nacional solo florecerá cuando la vida y la justicia social sean patrimonio de todas y todos.

Luis Emil Sanabria D

Sicario

Desde el punto de vista moral, las únicas razones por las cuales se podría justificar que una persona asesine a otra es el ejercicio de la legítima defensa, de hecho, la Torá señala: “Si alguien viene a matarte, madruga y mátalo primero” (Talmud, Sanedrín 72ª). La segunda razón es la legítima aplicación de la pena de muerte sentenciada por un juez o tribunal. Por lo demás, no hay ninguna justificante para que una persona quite la vida de otra y menos por motivos económicos o sentimentales. Quien priva a otro de la vida es un asesino más allá de las justificantes del acto. El sicariato es una práctica antigua entendida como la acción de asesinar a alguien por encargo de otro bien sea por subordinación funcional o por el recibo de una promesa de una prestación a cambio que generalmente puede ser económica o de otra índole.

El sicario es un ser que no tiene ningún aprecio por la vida y tampoco por la propia; sabe que puede morir en el intento. El círculo de sus intereses humanos suele ser reducido, a lo sumo, un grupo minúsculo de afectos, engrandecido por el sueño de lo que hace se justifica con la paga. El sicario muestra resentimiento hacia el género humano, con su accionar piensa que aplica justicia. El sicario peca por la paga y lo acepta con total resignación. La empresa sicarial lamentablemente pulula en Colombia, se menciona que, el delincuente y enfermo mental, Pablo Emilio Escobar Gaviria (1949-1993) llegó a tener una academia de sicarios de donde surgían sus lugartenientes.

 

El sicariato más común en Colombia opera bajo la figura del tándem, un gatillero cuya destreza está en el preciso manejo de armas de fuego semiautomáticas de corto alcance, y el motociclista avezado con destreza para conducir a alta velocidad para facilitar la huida, en algunos casos, tiene la misión adicional de “sicariar” al sicario para eliminar rastros. Por supuesto, aquel será también desaparecido. En este juego de la muerte el uso de menores de edad fue parte de la malandra estrategia, por dos razones, la facilidad para convencer al menor, y la permisividad de la ley en el juzgamiento penal de menores con trato diferencial. Colombia es vergonzosamente célebre por sus narcotraficantes, guerrilleros, terroristas, prostitutas, y por sus sicarios, muchos son exportados y algunos terminan de mercenarios. Sí, efectivamente el pus brota silvestre. No obstante, aún hay esperanza.

No puede haber justificante alguna para el sicario, ni la pobreza, ni la enfermedad o la ausencia de escolaridad lo son. La minoría de edad tampoco puede ser eximente de responsabilidad penal, ni merecedora de trato diferencial. Quien empuña un arma para sicariar tiene conciencia del acto al que se expone y está obligado a soportar todo el peso de la ley, el repudio social y ser penado sin consideración alguna, incluso, debería recibir la pena capital estatal como recompensa por su accionar.

Nadie tiene derecho a arrebatar la vida ajena y menos a dejar una familia huérfana simplemente, por el hecho de que alguien decidió pagar para que otro hiciera lo que no puede o no es capaz de hacer por sí mismo. Proteger al sicario es hipocresía y falsa expresión de humanidad. El Estado no está para proteger al sicario, ni para limpiar su nombre o pasado. La víctima del sicario no se muere, es asesinada. Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995) y Miguel Uribe Turbay (1986-2025) no se murieron, fueron asesinados porque algunos aceptaron un pago. Esos algunos fueron, son y serán sicarios a secas, tienen nombre propio. Es tan claro como el hecho de que no hay exasesinos, tampoco hay exsicarios. No es aceptable intentar tapar el sol con el dedo de la victimización del sicario bajo el disfraz del garantismo judicial. ¡Hipócritas!

León SandovalFerreira

El sentido homenaje de María Claudia Tarazona a su esposo Miguel Uribe Turbay

María Claudia Tarazona, esposa del senador, Miguel Uribe Turbay, en medio de las honras fúnebres del senador asesinado por un joven sicario en la localidad de Fontibón de Bogotá, dedicó unas sentidas palabras a su compañero sentimental y pidió a los diferentes sectores políticos no acudir a la venganza en nombre de su conyuge.

«Miguel tenía el corazón más generoso, generoso para amar y para perdonar. En el, nunca existió ni odio, ni rencor ni venganza. Por el contrario, un corazón lleno de amor por su familia y por Colombia, país que amo y por el que dio su vida. Creía en la seguridad y la justicia como pilares fundamentales para conseguir la paz, pero no como fuentes de venganza u odio. Si no como instrumentos necesarios en un país que tiene que fortalece la democracia para poder ser un lugar donde todos quepan y puedan vivir en paz», dijo.

 

Nota recomendada: Colombianos asisten al Capitolio Nacional para despedir al senador Miguel Uribe Turbay

Dio las gracias al personal médico que atendió al congresistas en la Fundación Santa Fe, reconociendo todo su esfuerzo y dedicación, y agradeció también a Dios por la fortaleza que le dio para esos momentos tan duros.

«Desde el atentado, Miguel estuvo en cuidados intensivos dos meses, donde luchó por mantenerse con vida como él solo lo hubiera podido hacer, como un titán, como un guerrero. Durante esos dos meses sus médicos De Hakim, Yanny, Carrizoza, Ordóñez, Julián, Salamanca, Almanza. Reye, Viviana, Daniel, Margarita, directos de la clínica Henrry Gallardo, Dr Llinas, camilo Hernández De Alba sus enfermeros y enfermeras, lucharon a su altura, lo dieron todo, como los mejores médicos que son pero también como seres humanos. Nos cuidaron, nos miraron con compasión, nos sostuvieron. Son el ejemplo de un equipo inigualable que estuvo a la altura del más grande guerrero. Durante estos dos meses, recibí a Dios en mi corazón, lo conocí y aprendí la paz de su presencia, la compañía de la Virgen María. Entregada por completo a ellos, me pude preparar para el momento más desgarrador de mi vida. Sin la presencia De Dios en nuestras vidas hubiera sido imposible soportar este dolor», afirmó.

Puede leer también: ¿Por qué lo mataron?

Tarazona pidió a los colombianos no olvidarla, no abandonarla, al tiempo en que reafirmó su promesa de cuidar de su hijo Alejandra y sacar su familia adelante.

«Cumpliré mi promesa de darle a Alejandro y las niñas una vida llena de amor y de felicidad. Sin odio y sin rencores. Solo así, se puede vivir como tú quisieras que lo hiciéramos. Esposo mío, mi vida entera, amor lindo, gracias por tu vida, por tu amor y por tu sacrificio por colombia. Te amaré por el resto de mi vida», puntualizó.

La razón por la que Gustavo Petro no asistió al funeral de Miguel Uribe Turbay

Aunque se pensó que el presidente de la república, Gustavo Petro, asistiría a las honras fúnebres del senador Miguel Uribe Turbay, este no se hizo presente ni en el Capitolio Nacional en la cámara ardiente, ni en la misa en la Catedral Primada.

Desde su cuenta de X, el primer mandatario aseguró que no se hizo presente, según el, «por respeto a la familia».

 

«No vamos porque no queramos, simplemente respetamos a la familia y evitamos que el sepelio del senador Miguel Uribe sea tomado por los partidarios del odio», aseguró el jefe de Estado.

A través de un video, el ministro del Interior, Armando Benedetti aseguró que la familia del senador Uribe Turbay, les pidió no hacerse presentes.

«He estado en contacto con su familia desde el lunes y ayer llevé el mensaje que el Presidente quería asistir al Congreso, a lo que respondieron que era mejor que no nos hiciéramos presente. Por ese motivo, el señor Presidente de la República no estará en las exequias», dijo el funcionario en su cuenta de X.

Durante las honras fúnebres se hicieron presentes representantes de los poderes Legislativo y Judicial, menos del Ejecutivo.

El mensaje del expresidente Álvaro Uribe Vélez

El exmandatario en un mensaje escrito leído durante el acto en el Capitolio Nacional por el presidente del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, dijo no compartir la idea de celebrar un acuerdo nacional entre los diferentes sectores políticos y responsabilizó al presidente Petro por el asesinato del senador.

«Asesinaron a Miguel, que ejercía la oposición crítica y razonada, con la instigación de la venganza inducida por el Presidente de la República, que encontró como muletilla acusar de asesino y torturador al expresidente Turbay, abuelo de nuestro mártir. En su señalamiento rabioso el Presidente de la República quiso ignorar la contribución que al proceso de paz con el M19 dieron el expresidente Turbay y Diana, la madre de Miguel, asesinada por el narcoterrorismo», dijo.

Colombianos asisten al Capitolio Nacional para despedir al senador Miguel Uribe Turbay

Miles de colombianos han acudido a la capilla ardiente del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe, que murió el lunes en el hospital tras permanecer desde el pasado mes de junio hospitalizado después de ser víctima de un atentado durante un acto de campaña en la localidad de Fontibón, a las afueras de la capital, Bogotá.

La capilla ardiente del senador de Centro Democrático estará abierta en el Salón Elíptico del Congreso hasta este miércoles, cuando su féretro será trasladado a la Catedral Primada de Colombia, donde tiene previsto celebrarse su funeral.

 

Los ciudadanos han empezado a entrar desde la Plaza Bolívar hasta la capilla ardiente sobre las 10.00 horas (hora local) en grupos de 15 personas. Está programado que se lleve a cabo un homenaje para familiares y congresistas antes de las exequias.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, trasladó en la víspera su «sentido pésame» a la familia del senador, así como a la población colombiana, subrayando que «la vida está por encima de cualquier ideología» y lamentó que durante su mandato «haya ocurrido un atentado con trágico final contra un senador de la oposición».

El atentado se produjo el pasado 7 de junio en la localidad de Fontibón, en Bogotá, la capital del país, durante un acto de campaña. Uribe salió gravemente herido tras sufrir dos disparos en la cabeza y uno en la pierna. Desde entonces se encontraba hospitalizado.

La Fiscalía confirmó que al menos diez personas estuvieron involucradas en la preparación y ejecución del atentado. Varias personas fueron detenidas por el caso, entre ellas el presunto autor intelectual, Elder José Arteaga Hernández, alias ‘El Costeño’, y el adolescente de 15 años que perpetró los disparos.