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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Opinión

Planeta

Amigo es aquel que a pesar de desear lo que tienes decide elegirte por encima de su deseo. Cuando uno encuentra un amigo de estos; de los que se alegran, celebran, vociferan tu éxito y se tragan esa envidia, y son capaces de despegársela del pecho y de la garganta, entonces tiene un tesoro mayor que cualquier premio millonario.

No sé si mis amigos de Colombia conocerán a Juan del Val, o sabrán si quiera qué supone o qué implica ganar el Premio Planeta, uno de los premios literarios con mayor dotación del mundo, por encima del Nobel de Literatura. En su palmarés hay escritores que forman ya parte de la Literatura española e hispanoamericana. Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa tal vez sean los más reconocidos por haber ganado ambos. El suculento premio Planeta lleva nombres asociados como Ana María Matute, Mercedes Salisachs, Fernando Schwartz, Fernando Savater, Sánchez Dragó, los tres autores detrás del polémico Carmen Mola… y tantos otros. Este año lo ha ganado Juan del Val.

 

Juan del Val es escritor y muchas cosas más- como todos nosotros- conocido por ser un activo tertuliano en el programa el Hormiguero y por ser marido de Nuria Roca, “la chica mona de la tele”. No tiene ni la presencia de Cela ni la de Vargas Llosa, parece más un George Clooney de Nespresso, a mí me cansan esos hombres a medio afeitar y de aire chulesco y canalla, pero tiene su público. Reconozco que no he leído nada de él, pero en mi favor diré que no leo nada ni de mis amigas y eso sí me duele, y que últimamente leo reglamentos europeos y los trabajo con esmero y pasión. Pero también les digo tiene mucho mérito sentarse a escribir y desdoblarse en personajes que a veces sí a veces no te pueden llegar a amargar la vida, como esos amigos envidiosos. Y no contento con eso, enviar el manuscrito a un editor, esperar a que lo lea, presentarlo a un concurso… “no sé Jack, me huele a muchas agallas”. Así que bravo por el premio a mi “desconocido” Juan del Val.

Cada año es una sorpresa el nombre del ganador para el pueblo llano y tal vez no tanto para los escritores, editores y directores del grupo Planeta… pues para ellos, como buena empresa privada, el premio es la acción de marketing del año y siempre hay esa voz dimetuquetedigoyo que recorre los pasillos, las redacciones y las editoriales…

Sabemos que el mundo de la literatura vive una crisis bastante profunda pues ni se lee tanto como se presume, ni se valora el trabajo creativo como se merece; se copia, se plagia, se distribuye con medios digitales y las bibliotecas secretas bajan libros con un clic. Se escribe mucho, muy bien. Se tocan temas de todo tipo, mucho drama, mucho amor, mucha historia, mucho crimen… Pero también hay que comer y por eso proliferan libros de autoayuda, de limpieza y orden, de salud y forma física, de relleno del vacío existencial… que publican sellos de la mano de los influencers del momento. ¿Está mal? No, gracias a esos libros y esas ventas se pueden publicar cosas más interesantes y tal vez tan complicadas de entender, que compraremos para regalar, y tal vez algún día los desempolvemos y nos sorprendan. En el mercado ha de haber de todo, o a ver si ahora sólo van a poder ganar premios los escritores que tocan temas que al gobierno, al stablisment y a ese mundo de la cultura “cultureta” les molan.

Así que imagino que los señores de Planeta, que de libros, escritores y rentabilidad comercial saben mucho, han considerado que es mejor premiar a aquel que aúne prosa y notoriedad, pues hay que fomentar la lectura y un autor mediático venderá más que uno que no lo sea tanto y los costes de publicidad se verán reducidos en varios cientos de miles. Yo habría hecho lo mismo, el prestigio no se pierde por no premiar a quien los demás desean, se pierde cuando ya tus valores no coinciden con tu trabajo, y de momento Planeta no parece perdida.

España, que es un país de envidiosos ha vuelto a levantarse con un tema de actualidad distinto a la política y la red social X ha resonado estos últimos días con ecos de la envidia supina de muchos que no estaban en ninguna quiniela y dan ganas de decirles jod*o*, por envidiosos.

Almudena González

No al Área Metropolitana del Oriente

Este domingo 9 de noviembre, el Oriente antioqueño vota si entrega a un Área Metropolitana del Oriente (AMO) la llave de su futuro. No es una discusión técnica ni inocente: detrás está el empeño del gobernador Andrés Julián Rendón, quien promueve esta figura desde que fue alcalde de Rionegro para reforzar allí su fortín político y económico. Hoy, ya como Gobernador, recorre municipios con el “sí” como consigna. Y no está solo: cuenta con reglas hechas a su medida, como el umbral del 5% para aprobar áreas metropolitanas, aprobado en el Congreso y publicitado por su partido. Por eso, invito a votar NO: la integración no puede significar subordinación ni captura del territorio.

Siete argumentos para votar por el NO:

 

1) Es el viejo proyecto de Rionegro con ropaje nuevo. Desde la Alcaldía de Rionegro (2016–2019), Rendón impulsó la idea de un área metropolitana que tuviera a Rionegro como municipio núcleo; hoy, como Gobernador, reeditó esa agenda y la copatrocina en eventos y giras por el Valle de San Nicolás. No es integración regional; es centralización alrededor de un municipio y de un liderazgo político.

2) Se baja el listón para “aprobar como sea”. La consulta se decide con apenas 5% del censo en cada municipio. Ese umbral mínimo —que antes fue más exigente— es el que hoy beneficia a los promotores y fue bandera de congresistas del Centro Democrático, entre ellos Esteban Quintero, quien impulsó el Proyecto de Ley 075 de 2018 para facilitar la conformación de áreas. Que nadie se engañe: bajar el umbral fue una movida para que el AMO pasara a toda costa.

3) Autonomía municipal en riesgo real. La Ley 1625 de 2013 es clarísima: los acuerdos metropolitanos tienen jerarquía superior a los actos municipales en los asuntos del área. ¿Traducción? En ordenamiento, “hechos metropolitanos” y proyectos estratégicos, una Junta por encima de alcaldes y concejos marcará la pauta. Es un cambio de poder —no una simple coordinación— que debilita la democracia local.

4) La chequera municipal financia otra burocracia. El régimen metropolitano obliga a definir aportes permanentes de los municipios y habilita instrumentos como valorización o plusvalía para obras “de impacto metropolitano”. Con presupuestos apretados, cada peso que migre al AMO es un peso menos para agua rural, vías veredales, escuelas o salud en los barrios. Más entidad, más gasto administrativo; menos músculo para lo urgente en cada municipio.

5) Beneficia a los grupos económicos del centro, no a la ruralidad. El diseño concentra decisiones en el eje urbano del Valle de San Nicolás —con Rionegro como ganador natural— mientras los municipios más periféricos quedan subordinados a prioridades ajenas. La discusión pública ya ha advertido esas asimetrías. Y ojo: el Oriente no es solo cabeceras; en varios municipios la población y el suelo rural pesan muchísimo, con necesidades de conectividad, acueductos veredales y vías terciarias que no se resuelven con planes vitrinas.

6) Incertidumbre y disputa por lo ambiental. La Gobernación y CORNARE repiten que la autoridad ambiental seguirá en CORNARE; sin embargo, la propia Ley 1625 permite que las áreas asuman competencias ambientales urbanas bajo ciertos escenarios, como ya ocurre en el Valle de Aburrá. Abrir esa puerta sin reglas sólidas es jugar con páramos, cuencas y acuíferos en una subregión hídrica clave. La prudencia ambiental no se negocia.

7) Riesgo de captura y endeudamiento sin contrapesos. Un área metropolitana puede contratar y endeudarse para macroproyectos, mientras sus actos se imponen en materias propias. En Antioquia ya hemos visto cómo decisiones de élites pueden desviar prioridades públicas; crear otra gran ventanilla, con una Junta propensa a mayorías políticas y al lobby empresarial, es invitar a la captura del desarrollo. La justicia territorial exige controles más fuertes, no menos.

Hay que impulsar la asociatividad territorial pero debe ser con enfoque de equidad, participación y agua como eje de ordenamiento. Hay herramientas menos invasivas y reversibles para cooperar: convenios interadministrativos, provincias de planificación y esquemas asociativos que respetan la autonomía y permiten coordinar transporte, residuos o seguridad hídrica sin entregar la brújula del territorio a una Junta supra-municipal. La propia Ley 1625 reconoce que el instrumento debe servir al desarrollo armónico, no a reemplazar a los municipios.

No es cierto que el AMO mejorará la vida cotidiana de quienes madrugan por trochas para llegar al casco urbano, de las familias que esperan acueducto veredal o de los campesinos que piden vías terciarias transitables. Ese no es el foco del proyecto. El foco es poder y obra grande al servicio de los mismos de siempre, con Rionegro como eje y los grupos económicos del centro como ganadores. Al Oriente rural y disperso lo dejan, otra vez, para después.

Este 9 de noviembre, defendamos la autonomía municipal y el sentido común del Oriente. La integración no necesita sacrificar la democracia local ni hipotecar los presupuestos a un ente diseñado para la recentralización. Votemos NO al AMO.

Alejandro Toro

El despertar de los mercados: dragones, metales y presagios del sur

En el gran tablero del comercio mundial, un rugido volvió a escucharse. Donald Trump, el mercader errante del Norte, lanzó un hechizo desde su torre digital — un tuit que rompió la calma— cancelando su reunión con Xi Jinping y reavivando la antigua guerra comercial con el Dragón del Oriente.

El eco fue inmediato: el petróleo cayó como si hubiera perdido su fuego, el dólar titubeó entre la fuerza y la duda, y los inversionistas, asustados, huyeron a las montañas del oro, la plata y los bonos del Tesoro, buscando refugio seguro. Las bolsas de EE. UU., que bailaban sobre máximos históricos, tropezaron y cerraron la semana con heridas visibles.

 

Mientras tanto, en el reino de las materias primas, los metales y el café resplandecían con fuerza.
Los sabios empezaron a hablar de un nuevo “superciclo”, como el de los viejos tiempos, cuando las montañas eran minas y los campos, tesoros. Solo el petróleo seguía débil, un dragón cansado que, paradójicamente, mantenía la inflación global bajo control.

Los cronistas del Sur ya susurraban que Colombia podría beneficiarse del auge agrícola que venía con esta nueva ola.

En los salones de la geopolítica, un nuevo nombre brilló: María Corina Machado, quien recibió el Nobel de Paz, símbolo de la mirada occidental sobre los conflictos de América Latina.

Estados Unidos, por su parte, extendió su mano a Argentina, financiando su causa y dejando claro que el tablero regional era más político que económico.

En Perú, el caos seguía sin alterar demasiado los mercados —un drama que los mercaderes ya habían aprendido a ignorar.

En el Reino de Colombia, la inflación seguía indómita: 5,18% anual, más alta de lo previsto, impulsada por educación, arriendos e internet.

Los sabios del Banco Central hablaban de un “año perdido” en la lucha contra los precios, y las esperanzas de bajar tasas parecían desvanecerse como humo. Colombia se mantenía entre los reinos con mayor inflación de la región, solo superada por las tierras turbulentas de Argentina y Venezuela.

En los pasillos del tesoro, JP Morgan lanzó un nuevo pergamino:

“El déficit fiscal del reino alcanzará -4,3% del PIB, el más alto en cinco años”.

Pero no todo era oscuridad. Los contadores del reino, liderados por el Ministerio de Hacienda, ejecutaron un hechizo financiero de gran escala: intercambiaron deuda por 43 billones, reduciendo el saldo total en 8 billones y los intereses en 2 billones. Una jugada astuta para ganar tiempo, mejorar tasas y aliviar la caja, aunque algunos advertían que el uso de swaps y deuda en francos suizos podía volverse un arma de doble filo.

El Banco de la República, desde su torre de cristal, también aportó magia: compró TES, inyectando liquidez al reino y ayudando a calmar las tasas.

Y así, mientras el Norte libra guerras digitales y los metales del Sur despiertan de su letargo, los mercados permanecen vigilantes. Los dragones del comercio respiran de nuevo, los alquimistas del oro sonríen… y los sabios del Tesoro saben que el verdadero desafío apenas comienza.

Fabián Herrera

Los bandazos de la política de gas

La política energética del Gobierno Petro ha sido errada y errática. Empezando por la ministra de Minas y Energía, la filósofa Irene Vélez y ahora ministra de Ambiente, que fue una veleta. Tuvo la ocurrencia de afirmar tempranamente que Colombia no tenía de preocuparse pues, según sus cálculos fantasiosos, tenía asegurado el autoabastecimiento de gas natural hasta el año 2042. Luego, quien la reemplazó, el ex ministro Andrés Camacho, sostuvo que en Colombia no había escasez de gas natural sino acaparamiento por parte de algunas empresas, las que estarían especulando con el mismo y le pidió a la Superintendencia de servicios públicos que las investigara y sancionara. En ello lo secundó el Presidente Petro, quien fue inducido al error.

Si, como lo afirmó el ministro Camacho, no había escasez tampoco había déficit y en consecuencia, según él, no había necesidad de importar gas para cubrir la demanda esencial. Y cuando se concretó la primera importación a comienzos de diciembre de 40 MMPCD, ante la evidencia, salió a decir que la misma tenía por objeto tenerlo como “reserva” por parte de las empresas, no sin antes advertir que ello no podía dar lugar a aumento de las tarifas a los usuarios finales, como en efecto se dio en el interior del país, con incrementos que oscilan entre el 20% y el 32%. Y no era para menos, puesto que mientras el precio del MMBTU de gas extraído en el país fluctuaba alrededor de US $6 el importado de transó en US $18, aproximadamente, el triple. Cómo bien dijo la Presidenta de NATURGAS Luz Stella Murgas “se acabó el gas barato”.

 

Cuando, finalmente, por fuerza de las circunstancias, tuvieron que aceptar que había la necesidad de importar gas natural perdieron un tiempo precioso con el embeleco de importarlo desde Venezuela o de Catar. Incluso, el Presidente Petro reprendió en un consejo de ministros con transmisión en directo a Ricardo Roa por qué ECOPETROL no estaba importando gas. Pero a nadie se le puede pedir que haga lo imposible y ECOPETROL no estaba en capacidad de importarlo porque no cuenta con una regasificadora para hacerlo. Afortunadamente, en el mes de marzo de este año contrató para tal efecto a la firma PIO SAS, para la instalación de una en Buga(Valle del Cauca), hasta donde tendrá que transportarse el gas licuado mediante vehículos isocontenedores especializados, la cual se aspira esté a punto en el segundo trimestre de 2026.

Después de ello, para sorpresa de todos, el presidente Petro, después de anunciar que “Ecopetrol será la encargada de importar gas más económico, acabando con los monopolios privados en este proceso”, se vino lanza en ristre contra el gas natural. Esto espetó: “este Gobierno dijo: transición energética, que significa reemplazar, no acompañar los combustibles fósiles y ECOPETROL nos ha mamado gallo con el tema”. Y fue más lejos al preguntarse: “por qué vamos a estimular que tengan gas natural si muere todo el mundo?”. El gas natural se preguntará con el bolero de Los Tecolines: en qué quedamos por fin, me quieres o no me quieres.

Por fortuna el ministro Edwin Palma, con una gran dosis de realismo manifestó que “hay que sincerar el tema: sí hay una escasez de gas…No lo ocultamos ni lo negamos”. Y ha sido muy pragmático, además, al terciar en la controversia que suscitó el anuncio de parte de la empresa transportadora de gas TGI, filial del Grupo Energía Bogotá (GEB), de montar una planta regasificadora en La Guajira, apoyándose en la infraestructura existente en Ballena, seguido por la decisión de parte de ECOPETROL de contratar la instalación de otra en Coveñas (Sucre). Fue enfático al afirmar que “confiamos en los proyectos de Ecopetrol aunque confieso que me preocupan los tiempos. Y sigo creyendo que regasificar por Ballenas o Coveñas son buenas opciones. Requerimos grandeza para sacar estos proyectos adelante, más allá de los egos corporativos”.

Como después de la tempestad viene la calma terminó imponiéndose la sindéresis con una feliz coincidencia. El presidente de ECOPETROL Ricardo Roa, primero y luego el ministro Palma terminaron dándole su espaldarazo al proyecto de TGI. “Ojalá podamos hacer los dos para tener más competencia”, planteó el ministro. Y no le falta razón, tanto más en cuanto que la necesidad creciente de las importaciones las requiere. Por su parte el presidente del GEB puso las cosas en su punto: “ECOPETROL está pensando en el mediano plazo, mientras nosotros buscamos soluciones inmediatas”. Y no le falta razón dada la premura de contar con una mayor capacidad regasificadora para evitar un eventual desabastecimiento de gas.

Y, finalmente, se dio el esperado pronunciamiento del presidente Petro. Según él “TGI tendrá la opción de importar gas por Ballena y ECOPETROL por Coveñas”. Esta solución de compromiso entre ambas iniciativas es salomónica y responde al interés superior de velar por la seguridad energética del país!

Amylkar Acosta

Tejiendo la paz desde los pueblos del mundo

En un planeta convulsionado por guerras, el empobrecimiento de miles de millones de personas, odios y exclusiones, resulta esperanzador constatar que los movimientos por la paz y la vida no han cesado de encontrarse, reconocerse y articularse. La experiencia del encuentro Peace Connect, realizado del 13 al 17 de octubre de 2025 en Nairobi, Kenia, que congregó a centenares de personas comprometidas con la paz de noventa países de los cinco continentes, demuestra que los pueblos no se resignan a las violencias ni al dominio neocolonial de quienes perpetúan la guerra como negocio.

Este encuentro mundial de construcción de paz no habría sido posible sin la convocatoria, la entrega y el compromiso de redes internacionales como Peace Direct, cuya labor fue decisiva para que la polifonía asistente se convirtiera en un éxito y en una referencia global para quienes seguimos creyendo en la posibilidad de construir un mundo distinto y en paz. Múltiples representantes de etnias, nacionalidades y poblaciones, con sus usos, tradiciones y costumbres, reafirmaron su compromiso de no desfallecer en su empeño por la paz local y mundial, a pesar de las adversidades y atrocidades de las guerras.

 

Cada delegación llegó con su propio dolor y su propia memoria. En Sudán, la población civil sigue siendo la mayor víctima de enfrentamientos degradados y crueles entre facciones armadas. En Nepal, la sociedad avanza entre las tensiones del posconflicto y los retos democráticos de un país que aún cicatriza las heridas de su guerra interna. En Uganda, las comunidades que padecieron desplazamientos y represión continúan levantando la bandera de los derechos humanos. En Haití, la fragilidad institucional y la injerencia extranjera perpetúan la crisis y la inseguridad de su pueblo.

En Palestina, la paz se enfrenta al drama cotidiano de la ocupación, los bombardeos y la negación de derechos fundamentales que afectan sobre todo a niños y niñas. En Indonesia, marcada por su diversidad étnica y religiosa, la paz se construye en la defensa de la convivencia frente a tensiones internas y amenazas de fundamentalismos. En Siria, después de más de una década de guerra devastadora, millones de personas aún esperan justicia, verdad y reconstrucción. En Kenia, país anfitrión del encuentro, las comunidades buscan reconciliación tras las huellas de conflictos políticos y étnicos, mientras nuevas generaciones exigen equidad y respeto.

Aunque cada contexto es singular, lo que une a los y las constructoras de paz es la convicción de que la paz es el resultado del respeto a la cultura, el reconocimiento y la inclusión en la diferencia, la superación de la pobreza, la equidad de género, la justicia social, la diversidad étnica y cultural, y una relación equilibrada con la naturaleza.

El mayor valor de Peace Connect radica en que no está diseñado desde los escritorios de los gobiernos ni de los organismos multilaterales, sino desde las calles, las iniciativas, las comunidades, las organizaciones de base y las resistencias locales. La amplia y diversa participación demuestra que existe un tejido global de voluntades que se niega a aceptar la normalización de las violencias. Es la sociedad civil la que se arriesga, la que pone los muertos, la que protege a los niños y las niñas, la que siembra futuro en medio de la guerra. Estos movimientos recuerdan que los acuerdos formales solo pueden sostenerse si existe una ciudadanía activa, vigilante y propositiva, capaz de presionar cambios estructurales a corto, mediano y largo plazo.

La enseñanza más poderosa de este encuentro es la urgencia de que los movimientos por la paz en cada región no permanezcan aislados y transiten hacia la coordinación y el reconocimiento de cada experiencia. Sudán, Nepal, Uganda, Colombia, Haití, Palestina, Indonesia, Siria, Kenia y Ucrania, entre otros países, son expresiones de luchas que comparten raíces comunes: la guerra que desangra comunidades, la pobreza que arrebata dignidad y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

La presencia de representantes de los cinco continentes reafirma que esas resistencias regionales deben coordinarse y fortalecerse en un gran movimiento mundial por la paz, capaz de erigirse como alternativa ética y política frente a un sistema internacional que normaliza la violencia y la exclusión. Un movimiento global de estas dimensiones no solo elevaría las voces locales a escenarios internacionales, también permitiría generar solidaridad efectiva, compartir aprendizajes y exigir con mayor fuerza transformaciones estructurales para que los pueblos vivan con justicia, libertad y dignidad.

Hoy, más que nunca, necesitamos una ética de la solidaridad global. No basta con clamar por la paz en un solo país mientras en otros la indiferencia prevalece. Los pueblos de todos los continentes nos recuerdan que la paz es indivisible y que el dolor de uno nos concierne a todos. La paz en el mundo no será un regalo de los poderosos, será el resultado de la iniciativa ciudadana. Escuchar y articular las voces de estos movimientos no es un acto de solidaridad distante, es una urgencia vital para nuestro presente y para las generaciones venideras. La humanidad solo sobrevivirá si opta por la cooperación, el diálogo, el respeto mutuo y la relación armónica con la naturaleza, por encima de la violencia, la inequidad, la imposición y el egoísmo.

Luis Emil Sanabria Durán

Extremistas

En la Doctrina del Fascismo coescrita con Giovanni Gentile en 1932 y publicada en la Enciclopedia Italiana, Mussolini escribe: «El fascismo es la negación resuelta del socialismo y del liberalismo […] una TERCERA VIA entre el individualismo y el colectivismo». Aquí define el fascismo como una síntesis que rechaza tanto el liberalismo económico como el internacionalismo proletario.

En discursos tempranos, como en 1921 durante la fundación de los Fasci Italiani di Combattimento, Mussolini lo describió como «ni con la derecha ni con la izquierda», una “tercera posición”, pero igual podría haber dicho «El mercado hasta donde sea posible; el Estado hasta donde sea necesario.» El mismo Giovanni Gentile se refería al estado fascista como “un Estado popular y, en ese sentido, un Estado democrático por excelencia… Cada ciudadano comparte una relación con el Estado y es tan íntima que el Estado solo existe en la medida en que el ciudadano lo hace existir”, pero igual podría haber dicho «El poder popular es el pueblo organizado, no el Estado capturado por las élites; es la fuerza que construye la Colombia Humana desde abajo.»

 

Estos extremistas de la Tercera Vía y el Poder Popular están intentando ahora definir como extremistas a quienes son simples conservadores que ven con alarma como la democracia está siendo capturada por una gobernanza miliciana apoyada en redes de corrupción y violencia judicial.

Los herederos de Marinetti y Evola y Gentile, se han apropiado del relato del radicalismo para expulsar de la vida política a los defensores de la democracia, cuando en realidad llevan décadas promoviendo desde el poder un elitismo que justifica la violencia, criminaliza a los ciudadanos comunes, deslegitima el libre mercado y socaba el pacto social reflejado en la constitución de 1991.

Extremistas que han buscado dar forma a sistemas de hegemonía política mediante pactos con el terrorismo y organizaciones criminales, el centro político que dicen representar es en realidad un comunitarismo antiliberal, antiilustrado, fanáticamente oligárquico y ferozmente identitario. El único punto medio que pueden atribuirse es el de ser medio fascistas y medio comunistas.

Extremista, radical y reaccionario fue haber ignorado la voluntad popular expresada en el plebiscito del 2016, como extremista, radical y reaccionario fue la toma miliciana de las ciudades mediante acciones terroristas en 2021. El No y el Estallido. Dos momentos cruciales en los que los extremistas políticos usaron la fuerza para arrinconar a la ciudadanía señalándola como “enemigos de la paz” y “fascistas”. El extremismo disfrazado de centro requiere criminalizar al hombre común para legitimar la violencia política.

Pero estos grupos no son exactamente fascistas, o comunistas, se trata sectores minoritarios que impulsan procesos de colectivización de inspiración autoritaria porque el estado grande es funcional a sus intereses, o sus obsesiones revanchistas, o una mezcla adultera de todos esos componentes.  Tampoco se puede extraer de este fenómeno un teoría de la conspiración en la cual unas elites protofascitas, ocultas e indeterminadas controlan algo así como un estado profundo.

La gente no es estúpida y los reconoce, por eso las tendencias de opinión muestran que las personas se identifican con otras personas que representan sus mismos valores y aspiraciones, civismo, moralidad, libertad, prosperidad, ser parte de un capitalismo heroico y sobre todo personas confiables para dejar atrás el caos y el miedo. La gente ya sabe que los extremistas se venden como centro y que la única moderación posible es expulsar a esa gente del poder.

Jaime Arango

Frente Amplio Democrático: el paso necesario para defender el cambio

Colombia atraviesa un momento decisivo. Después de más de dos siglos de exclusión política y desigualdad social, el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez marcó un punto de inflexión. No se trata solo de un cambio de gobierno, sino del inicio de un cambio de época: el de un país que empieza a reconocerse en la diversidad, a poner la vida por encima del mercado y a hablar de justicia social como una política de Estado, no como una promesa electoral.

Sin embargo, todo proceso transformador enfrenta resistencias. Los sectores que durante décadas se beneficiaron del modelo desigual no cederán fácilmente sus privilegios. Por eso, más que nunca, necesitamos un Frente Amplio Democrático: un espacio plural donde confluyan las fuerzas progresistas, populares, feministas, sindicales, maestros, profesionales de la salud, campesinas, indígenas, afrodescendientes, ambientalistas, animalistas, y urbanas que defienden la democracia, la justicia y la paz.

 

Lo que hemos ganado con el gobierno del cambio

Durante estos tres años, Colombia ha avanzado en áreas que antes parecían inamovibles. La paz volvió a ser el eje de la política pública. El Estado retomó el cumplimiento del Acuerdo de 2016, avanzó en diálogos regionales y en la política de “paz total”, no perfecta pero si paz y puso la vida en el centro de las decisiones.

La justicia social dejó de ser un discurso abstracto: las transferencias directas fortalecen la economía popular, la reforma agraria empieza a ser una realidad, y las mujeres, comunidades étnicas y jóvenes han ganado espacios reales en el poder. Por primera vez, las decisiones nacionales se piensan desde los territorios históricamente olvidados, y la inversión pública comienza a reflejar la trasformación de la Colombia profunda a una Colombia plural.

La agenda ambiental se convirtió en una prioridad nacional e internacional. Petro ha sido una voz global en defensa de la Amazonía, la transición energética y la justicia climática. Y junto a Francia Márquez, el país ha mostrado al mundo que la dignidad también puede gobernar.

¿Por qué debemos seguir en el poder?

Porque el cambio apenas comienza. Los procesos sociales y políticos no se consolidan en un solo periodo de gobierno. Requieren continuidad, organización popular y poder ciudadano. Si hoy retrocedemos, no solo se detendrán las reformas: se pondría en riesgo la esperanza misma de millones de colombianos y colombianas que por primera vez se sienten parte de un proyecto nacional.

Seguir en el poder no significa perpetuar nombres, sino defender un proyecto histórico: uno que busca la paz completa, la equidad económica, la justicia ambiental y la inclusión real de todas las diversidades. Significa no permitir que el miedo y la desinformación nos devuelvan al pasado de exclusión y violencia.

El Frente Amplio como horizonte político y ético

El Frente Amplio Democrático no es una consigna, es una necesidad histórica. Debe ser el espacio donde confluyan quienes creen en el cambio, aunque vengan de caminos distintos. Donde la diferencia no sea obstáculo, sino riqueza. Donde el pueblo, los movimientos sociales y las nuevas generaciones tomen las riendas de la democracia.

Solo con una fuerza amplia, diversa y organizada podremos garantizar que los avances sociales, ambientales y de derechos humanos no sean reversibles. La democracia se defiende en las urnas, pero sobre todo en las calles, en las comunidades, en los territorios, en la palabra y en la acción colectiva.

Un llamado a seguir caminando juntas y juntos

Colombia ha ganado en dignidad, conciencia y participación. Por eso no podemos rendirnos. Es tiempo de unirnos en torno a un propósito superior: consolidar el cambio, blindar los derechos conquistados y seguir caminando hacia una Colombia en paz, justa, feminista, diversa y viva.

El Frente Amplio Democrático no es solo un acuerdo político; es un pacto con la historia.

Porque los pueblos que conquistan la esperanza no pueden permitirse volver al pasado al miedo y menos al olvido.

Marcela Clavijo

¿A cuánto está el kg de humo?

¿A cuánto está el kg de humo?

  • «Lo que las grandes compañías no quieren que sepas» –
  • «Lee esto antes que lo eliminen de esta red» –
  • «Si este post llegó a ti, no es por casualidad» –
  • «Comenta la palabra HUMO y te envío un link» –

En tiempos de mercaderes de la IA y Redes Sociales, formar criterios es más urgente que nunca. Como creativos, publicistas y estrategas; tenemos una responsabilidad que va más allá de entregar campañas creativas, efectivas o piezas memorables. Tenemos el casi deber de formar criterios. De educar, inspirar y proteger a los nuevos talentos de la industria que amamos. Esta es la única forma de hacer una industria más interesante, feliz y próspera para todos.

 

Hoy, cualquiera se declara experto, influencer, conocedor o referente de lo que sea. Todo parece funcionar si lo recomienda el algoritmo. Los hooks, hacks, trends… se repiten como mantras sin alma. Pero ¿Dónde quedó el pensamiento?

¿Dónde quedó el concepto? ¿Dónde quedó el sentido común?

La llegada inexorable de la Inteligencia Artificial y el poder amplificador de las redes sociales han democratizado la creatividad, sí. Pero también han diluido el criterio. La masa se ha perdido en la superficialidad de todo.

En esta tormenta perfecta, los #VENDEDORESDEHUMO prosperan, se venden ellos, su iluminación y hasta sus métodos o fórmulas de éxito; eso sí, sin piedad, sin veracidad, sin ética alguna, sin importarles nada; lo que sea por un seguidor más, un like, otra interacción, lead y la vida misma por una conversión.

Por eso, más que nunca, hay que ser más humanamente inteligentes. Más que nunca, hay que cuestionarlo todo. Más que nunca, hay que enseñar a pensar. No se trata de rechazar la tecnología. Se trata de no rendirse ante ella y quienes la manipulan indiscriminadamente o de forma inescrupulosa.

No se trata de ignorar las tendencias. Se trata de no abrazarlas solo porque

“funcionan”.

La creatividad —la verdadera— sigue siendo el antídoto más poderoso contra la estupidez colectiva. Las ideas con concepto, criterio y propósito siguen siendo nuestra mejor defensa ante la vaciedad que nos rodea.

Formar nuevos talentos no es enseñarles a seguir el ritmo del algoritmo. Es enseñarles a hacer su propio camino. Porque en esta industria, como en la vida, el libre albedrío es el único brief que vale la pena responder.

Si esto resuena contigo, compártelo. Si estás formando nuevos talentos invítalos a pensar. Y si estás en esta industria por las razones correctas, que se note en cada idea que defiendes, en cada intervención, en cada cosa que haces y dices.

Carlos Rusconi

El Nobel

El Premio Nobel es uno de los galardones más reputados, reconoce a personas e instituciones que han hecho aportes significativos en los campos de la física, la química, la medicina, la literatura, la paz y la economía. Su origen está en la voluntad testamentaria de Alfred Bernhard Nobel (1833-1896) célebre inventor sueco, cuyos desarrollos más importantes están en la industria de los explosivos y bélica, siendo la dinamita su invento más popular. Nobel fue descrito como un hombre solitario que cargó con una gran culpa: El haber construido su fortuna a partir de inventos que serían empleados en la guerra, de allí que hubiese dispuesto que el 94% de la gran fortuna que amasó, sería destinado para constituir un fondo para los premios que llevan su nombre y que, anualmente por esta época, son anunciados con polémicas de por medio sobre los méritos del galardonado.

De las cinco categorías originales de los Premios Nobel tres son objetivas y generalmente son recibidas por ciudadanos de países desarrollados o por personas que tienen vínculos con países donde las ciencias avanzan y se hacen aportes significativos a la humanidad; ciencias como la física, la química y la medicina evolucionan en países desarrollados. Las otras dos categorías originales, literatura y paz, son premios con un altísimo contenido político y circunstancial. Son considerados, para algunos, premios de consolación destinados a personas y organizaciones de países no desarrollados. El Premio Nobel en economía merece comentario aparte, toda vez que, no estaba dentro de la voluntad testamentaria de su benefactor, fue creado por el Banco de Suecia y empezó a concederse en 1969.

 

Sólo 18 latinoamericanos han recibido el Premio Nobel. La gran mayoría en las categorías de literatura y paz, lo que evidencia que Latinoamérica es caldo de cultivo para la imaginación y la violencia. Caso especial, Argentina, que ha sido el país latinoamericano más galardonado, cinco ocasiones, tres de las cuales en ciencias (Dos en medicina y uno en química). Por su parte, Brasil sólo ha tenido uno en medicina al ser galardonado Peter Medawar, nacido allí, pero de nacionalidad británica. Comparado con otras nacionalidades, lo han recibido 13 israelíes, 13 chinos, 28 japoneses, 70 franceses, 108 alemanes y 377 estadounidenses, por citar algunas cifras.

Lo anterior permite pensar que, los Premios Nobel en literatura y paz, son galardones otorgados según el tablero de ajedrez de la geopolítica como ocurrió con el Nobel en literatura de 1992. Muchas veces son entregados sin mayores merecimientos o simplemente por provocar golpes de opinión. Grandes escritores como Borges, Cortázar, Kafka, Joyce, Woolf, Rulfo, Orwell o Pesoa jamás ganaron en Literatura, pero el cantante y pintor Bob Dylan sí lo ganó y hasta demoró para aceptarlo. Hitler fue nominado al Nobel en Paz, mientras el expresidente Barack Obama lo ganó con nulos logros en esa materia, probablemente, le fue concedido por ser el primer mandatario estadounidense biétnico. Los Premios Nobel en materia de literatura y paz, no siempre son los más meritorios, ni están destinados para los de más méritos.

No vale la pena entrar en polémicas en tratándose de Premios Nobel en literatura y paz, son subjetivos y políticos, buscan llamar atenciones y revolcar pareceres. Curiosamente, Colombia tiene dos Nobel, uno de ellos en paz, una broma total.

En suma, si se tratara de méritos, el presidente Donald Trump debió ser el Nobel de Paz 2025, ayudó a apagar ocho conflictos, hizo más por la paz que su coterráneo Obama. Los noruegos, como los hábiles jugadores de póker expertos en despistar, usan el discurso de los derechos humanos y la problemática ambiental para hacer negocios, no en vano le sacan el jugo a la industria petrolera. Ellos no reconocerán que un hombre del talante y la estatura de Trump pueda hablar de paz.

León Ferreira

Los 35 dueños de nuestra democracia

Es asombroso que nuestra democracia en la práctica podría estar reducida a unas treinta y cinco personas (CNE, 2025) y no a los 41,241,599 colombianos que dice el censo electoral (CNE, 2025). Esas treinta y cinco corresponden a una por cada partido con personería jurídica ante el Consejo Nacional Electoral, CNE, que determinan los avales que otorgan a los candidatos en las elecciones. Con ello deciden quién puede aspirar a la Presidencia o al Congreso, lo cual representa un gran poder porque a través de quienes salen elegidos controlan gran parte del Estado.

Ese poder se concentra en los que eligen a quiénes pueden ser elegidos, que no siempre son los representantes legales de los partidos: en todos los partidos se sabe quién es el que manda, y lo primero que mandan es la determinación de los avales. Lo que debería haber sido un trámite administrativo ante el CNE se convirtió en la llave al poder para manejar al Estado.

 

De la apertura al caos

En 1991, la Constitución prometió un pluralismo que reemplazara al viejo bipartidismo excluyente. Se trataba de abrir el sistema para que nuevas fuerzas políticas, incluidas las que dejaban las armas, pudieran competir en igualdad. Pero lo que debía ser un multipartidismo moderado derivó en una proliferación sin control.

Las leyes posteriores a la Constitución del 91, empezando por la Ley 130 de 1994, abrió esa puerta a la proliferación de partidos y movimientos sin control (Pizarro, UNAL, 2023). Para 2003, Colombia ya tenía 72 partidos registrados, lo que convirtió el pluralismo en un comercio con disfraz de democracia (Fescol–El Espectador–Los Andes, 2024). Esa crisis obligó a una reforma constitucional (Acto Legislativo 01 de 2003) que introdujo el umbral electoral, la lista única por partido y, posteriormente llegó la disciplina de bancada (Ley 974 de 2005), con la esperanza de reducir la dispersión. Pero las fisuras legales y las reinterpretaciones del CNE terminaron reviviendo el mismo problema: entre 2019 y 2023 se reconocieron 21 nuevos partidos llegando a 36, y otros siguen en fila para conseguir la personería (hasta las elecciones seguirán las fluctuaciones del número).

La ley exige democracia interna, pero en la práctica muchos de los partidos son microempresas electorales: estructuras que giran alrededor de un dueño, no de un programa. Hoy cada nuevo movimiento nace como una franquicia personal: En Marcha de Juan Fernando Cristo, La Fuerza de la Paz de Roy Barreras, Poder Popular de Ernesto Samper o la Nueva Fuerza Democrática de Andrés Pastrana. Todos distintos en discurso, idénticos en estructura (Pizarro, UNAL, 2023). También en los partidos “grandes” existen los jefes que mandan, y en últimas operan de igual forma.

Fábricas de avales

Lo que es de conocimiento público es que algunos partidos pequeños se han vuelto fábricas de avales. Según La Silla Vacía, en las regiones, durante las elecciones de 2023, los que más avalaron candidatos no fueron los grandes, sino la ASI y la Alianza Verde, convertidos en auténticos expendedores de franquicias políticas. A más avales, más ingresos por reposición de votos, más acceso a recursos públicos y más poder de negociación en las coaliciones (La Silla Vacía, 2023).

De esa economía del aval viven muchos de los jefes políticos regionales: los clanes que dominan departamentos enteros con el mismo apellido. Esos clanes no actúan como partidos, sino como redes familiares de contratación pública, sostenidas en favores, puestos y licitaciones amañadas. Allí la corrupción es el modelo operativo.

Tampoco los llamados “independientes” han cambiado el panorama. En teoría, representaban una vía ciudadana para renovar la política puesto que, al no pasar por los avales de los partidos, no quedaban dependiendo de los que determinan esos avales; en la práctica, se multiplicaron los candidatos y se diluyeron los resultados. Salvo la excepción de Rodolfo Hernández en 2022, ninguno ha tenido un respaldo significativo, aunque todos han contribuido a engordar la fragmentación y el costo del sistema electoral. Las reglas permiten el reembolso por voto obtenido, de modo que cada intento fallido implica gasto público sin beneficio colectivo. Más que abrir la democracia, los independientes terminaron ensanchando el negocio de la política, dispersando los votos y legitimando el mismo esquema de personalismo que decían combatir.

Fragmentación y parálisis

El resultado es la atomización. En 2023, el país tenía 36 partidos o movimientos con personería jurídica (Pizarro, UNAL, 2023); para 2024, tras algunas anulaciones, quedaban 34 (Fescol–El Espectador–Los Andes, 2024). La diferencia numérica importa poco: lo sustancial es que ninguno tiene fuerza suficiente para gobernar. En el Senado, el Pacto Histórico apenas alcanza 20 curules de 108; en la Cámara, el Partido Liberal suma 32 de 188. Las leyes se aprueban a punta de retazos, negociaciones y trueques. “Puestos por votos”, como lo resume bien Pizarro (Pizarro, Contexto, 2024).

Ese mismo autor advierte que esta fragmentación produce una paradoja: ni hay realmente partido sólido de gobierno ni tampoco uno sólido de oposición,. Los “independientes”, creados por la Ley 1909 de 2018, no fortalecieron la democracia; solo ampliaron el menú para la cooptación. El Ejecutivo compra apoyos individuales, quiebra bancadas y desfigura cualquier disciplina interna (Pizarro, Contexto, 2024).

La distancia entre norma y realidad

El Estatuto Básico de los Partidos (Ley 130 de 1994) define a estas organizaciones como instrumentos de participación ciudadana y de formación de la voluntad popular. Deberían funcionar con democracia interna, ética y transparencia. Pero en la práctica son pequeñas monarquías, donde el bolígrafo del jefe político decide listas y alianzas. Los tribunales de ética sancionan a los disidentes, pero nunca a los negociadores de avales. El resultado es un pluralismo aparente que legitima el clientelismo con fachada legal.

La ciudadanía lo percibe. Según Fescol y El Espectador, la confianza en los partidos cayó del 12,3 % en 2019 al 6,6 % en 2023. Es decir, más partidos, pero menos representación (Fescol–El Espectador–Los Andes, 2024).

Una democracia capturada

Lo que se llama “democracia representativa” es, en la práctica, una especie de oligarquía de intermediarios. Treinta y cinco personas deciden quién puede competir por el poder. Son pocos, pero controlan el sistema: a través de los elegidos, ellos también controlan buena parte de la contratación pública, la burocracia y las alianzas regionales. Son los nodos de una red de intereses que sustituye al ciudadano.

Las consecuencias son visibles: leyes incoherentes, reformas empantanadas y una ciudadanía cada vez más incrédula. El pluralismo degeneró en dispersión, y la dispersión en parálisis (Pizarro, UNAL, 2023). Colombia pasó del bipartidismo excluyente al multipartidismo ingobernable, donde todos se autoproclaman los representantes del pueblo, pero el pueblo poco se le escucha.

El desafío

Algunos sectores, desde orillas ideológicas opuestas, han pedido un acuerdo nacional para reformar la ley de partidos, reducir el número de colectividades y recuperar la coherencia del sistema (Pizarro, UNAL, 2024).

Pero mientras eso ocurre, seguiremos atrapados en un sistema que confunde pluralidad con dispersión, y representación con propiedad privada del aval. El precio de esa confusión no es abstracto: es la facilitación estructural de la corrupción, donde no delinquen individuos aislados sino redes que manejan el poder como patrimonio familiar, encabezadas por quienes ostentan el poder de otorgar avales.

Rafael Fonseca Zarate

Elecciones de consejeros de juventud: CLJ y CMJ

El próximo 19 de octubre se realizarán en todo el país las elecciones de los Consejos Municipales -CMJ- y Locales de Juventud -CLJ- (debido a las localidades que componen Bogotá), los cuales son mecanismos democráticos  creados para que las y los jóvenes elijan a sus representantes ante el Estado. En el Distrito Capital, estas elecciones corresponden a las 20 localidades y marcarán un nuevo capítulo de la política pública juvenil. Sin embargo, este proceso va más allá de una mera jornada electoral y representa la continuidad de una historia que se remonta a las grandes decisiones políticas internacionales sobre participación juvenil, con raíces en Europa, Asia y América Latina.

Desde mediados del siglo XX, la participación juvenil se ha convertido en un componente estructural de las democracias modernas. Los Estados comprendieron que la juventud no debía ser vista únicamente como una etapa biológica o una población vulnerable, sino como un actor político y social estratégico para el desarrollo, pues a partir de los movimientos estudiantiles, las luchas por los derechos civiles y la apertura de regímenes autoritarios, surgieron marcos normativos y organismos especializados que promovieron la participación de las nuevas generaciones en la vida pública. Organismos internacionales como las Naciones Unidas (Unesco), el Consejo de Europa (CdE) y la OEA  impulsaron políticas de juventud y la creación de Consejos Juveniles como instrumentos de gobernanza participativa.

 

En Europa, países como España, Francia, Alemania y Portugal fueron pioneros. En España, la Ley 18 de 1983 dio origen al Consejo de la Juventud de España (CJE), un órgano autónomo de representación y consulta ante el Estado. En Francia, el Conseil National de la Jeunesse (CNJ) asesora al Ministerio de Educación y promueve consejos municipales de jóvenes. En Alemania, los Jugendräte o Consejos Juveniles operan en ciudades y distritos con capacidad de propuesta en temas educativos, ambientales y culturales, mientras que en Portugal el Conselho Nacional de Juventude (CNJ) -creado en 1985-  agrupa organizaciones juveniles y otorga facilidades académicas y laborales a sus dirigentes. Estos modelos europeos comparten un principio común frente a  la participación juvenil cómo un acto cívico, voluntario y formativo, sin ser empleos remunerados, pero sí cuenta con respaldados institucionales, becas y certificaciones.

En América Latina, la institucionalización de la juventud llegó con las transiciones democráticas de los años noventa. Chile (1991) creó el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV); México (1999) fundó el IMJUVE y permitió la creación de consejos locales; Costa Rica (2002) instauró el Consejo de la Persona Joven; y Perú (2002) creó consejos regionales y locales. En todos los casos, los jóvenes ejercen su labor ad honorem, aunque con incentivos formativos o académicos. En Colombia, el proceso comenzó con la Ley 375 de 1997, primera Ley de la Juventud, y se consolidó con el Estatuto de Ciudadanía Juvenil (Ley 1622 de 2013) y su reforma, la Ley 1885 de 2018, que fortaleció los Consejos de Juventud como canales de interlocución, incidencia y control social.

Posiblemente el modelo más avanzado a nivel mundial se encuentra en Filipinas, donde los Sangguniang Kabataan, creados en 1991, fueron reformados en 2022 para reconocer honorarios mensuales y presupuesto propio a los consejeros. Este esquema profesionaliza la representación juvenil y demuestra que la democracia también se fortalece cuando el trabajo cívico es valorado económicamente. En contraste, la mayoría de los países, incluido Colombia, mantienen una lógica voluntaria, aunque con incentivos no salariales -como transporte, formación y becas- para facilitar la participación.

Pero la historia de la política de juventud en Colombia tiene un trasfondo mucho más profundo al surgir en un momento de violencia extrema, cuando el país estaba marcado por el terror del narcotráfico, los asesinatos políticos y la pérdida de confianza institucional, ante lo cual  los jóvenes respondieron con un potente movimiento juvenil y solidario denominado “La Séptima Papeleta”. Lo que conllevó a que en el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990–1994), tras la promulgación de la Constitución de 1991, se creara el Programa Presidencial para la Juventud, la Mujer y la Familia, y se nombró como Viceministro de la Juventud a Juan Manuel Galán Pachón, hijo del líder liberal asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento. Su designación tuvo un valor simbólico enorme en la medida que era la voz de una generación que transformaba el dolor dejado por Pablo Escobar y el Cartel de Medellín en una política pública para la vida, la participación y la democracia.

Aquella política nació como un antídoto frente a la cultura de la muerte, con el propósito de promover la educación cívica, la inclusión social y la esperanza en una generación marcada por la violencia. La Ley 375 de 1997 recogió ese espíritu, reconociendo a los jóvenes como sujetos de derechos y creando los primeros Consejos Municipales de Juventud.  Décadas después, las leyes 1622 y 1885 reafirmaron esa visión, haciendo de los CLJ una escuela ciudadana para formar líderes con sentido de lo público, capaces de influir en decisiones sobre educación, empleo, ambiente y cultura.

Así, los Consejos Locales de Juventud no pueden relegarse a una moda institucional, sino que debe entenderse como aquel símbolo del derecho a participar y a transformar, en la medida que las y los jóvenes no solo ejercen ciudadanía, sino que también demuestran que las grandes luchas internacionales por revindicar la democracia sigue viva en cada momento electoral que permite renovar el pensamiento político de toda una nueva generación. Hoy, a más de treinta años de su nacimiento, la política de juventud conserva su esencia frente al reconocimiento de  las nuevas generaciones como el rostro ético de la democracia. Si en los años noventa el reto era superar el miedo y el narcoterrorismo, hoy al gran reto es  vencer la exclusión, el desempleo juvenil y la apatía política, ¡por eso hay que salir a votar masivamente este 19 de octubre jóvenes!.

Luis Fernando Ulloa

Nobel del disenso

El Premio Nobel de Paz a María Corina Machado es más que un galardón personal: es una advertencia moral al autoritarismo. Venezuela no solo recibe un Nobel; recibe un espejo que refleja veinticinco años de erosión institucional. Una resistencia que ha sobrevivido a la censura, el exilio y la cárcel de la palabra. El reconocimiento llega mientras América Latina discute su rumbo entre populismos, Venezuela se convertía en un símbolo de la indiferencia. El Nobel a Machado no es un premio a la oposición, sino al concepto mismo de resistencia en sociedades donde disentir es peligroso. La defensa del gobierno de Gustavo Petro a Nicolás Maduro cada vez luce peor.

A diferencia de los laureados clásicos de Oslo, Machado no lidera un movimiento pacifista tradicional. Su “arma” es la persistencia cívica. Durante dos décadas, ha defendido elecciones que no contaban los votos, parlamentos sin poder y libertades convertidas en nostalgia. En un continente donde la popularidad suele sustituir la legitimidad, su figura recuerda que la democracia no se mide por la eficacia, sino por la integridad frente al abuso de poder.

El impacto regional es inevitable. En Bogotá, Buenos Aires o La Paz, la noticia resuena como un recordatorio de que la democracia puede colapsar sin tanques ni golpes, solo con la erosión paciente de los contrapesos. Una cosa es defender el derecho a la autodeterminación, algo muy diferente es la destrucción de las normas democráticas.  En Caracas, en cambio, el Nobel tiene un efecto paradójico: refuerza la autoridad moral de Machado justo cuando el régimen intenta anularla jurídicamente. Oslo acaba de devolverle visibilidad global y, con ella, capacidad de negociación.

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Desde la perspectiva histórica, los Nobel anteriores exaltaban la reconciliación después del conflicto. Este, en cambio, exalta la resistencia antes de la rendición. Es un giro simbólico: el reconocimiento ya no espera la paz lograda, sino que celebra la lucha por la posibilidad de alcanzarla. Es una validación de una causa tanto como la de la persona. Es un acto político que, aunque ha recibido el rechazo de la izquierda Latinoamericana, es un reflejo de defensa de valores democráticos. Tocaría ver si esa indignación existiría si esta defensa de derechos humanos fuera en contra de un gobierno no de izquierda.

El régimen intentará reducir el Nobel a una provocación extranjera; la comunidad internacional lo usará como presión diplomática, y la oposición venezolana deberá evitar convertirlo en una medalla de ego. El premio no derroca gobiernos, pero sí reordena narrativas. Y en política, las narrativas son más duraderas que las victorias. Hay que ser tácticos, una virtud mucha veces ausente de la oposición Venezolana.

María Corina Machado, con su voz firme y su biografía de resistencia, acaba de inscribir su nombre en la historia de la dignidad latinoamericana. Su Nobel no premia el fin de una dictadura, sino la persistencia de una esperanza. En tiempos en que el cinismo es moda, su ejemplo recuerda que todavía hay causas que merecen sacrificio. Y que, a veces, la paz empieza con el coraje de decir la verdad. Mientras tanto el gobierno pierde banderas de Venezuela y Palestina la misma semana. Mejor enfocarnos en los problemas de Colombia.

 

Simón Gaviria

Una tierra en disputa: ¿Israel y Palestina… que dice la historia?

Tras la caída de Jericó, muchos fueron los reinos que hacían parte de Canaán, que se unieron para hacerle frente a este pueblo de Israel que había logrado derribar las fortalezas de una de sus ciudades más fortificadas; pero Israel los enfrentó a todos, y los venció, y de acuerdo a los relatos históricos, una de las ciudades que después de Jericó también calló bajo el asedio judío fue Hazor o Jasor, la cual se encontraba ubicada en la parte norte de galilea y constituía la cuidad principal de esa región.

Descubrimientos arqueológicos realizados en la zona por investigadores como Yigale Yadin, demuestran que la caída de esta importante ciudad data de la fecha de lo que podemos llamar la conquista del pueblo de Israel a toda la zona de Canaán.

 

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Una vez terminada la conquista, el pueblo judío se establece en esas tierras, y de ese suceso tenemos conocimiento por los relatos que nos refieren a las doce tribus, las cuales se ubicaron a lo largo de los territorios conquistados.

La conquista de territorios ha sido entonces el procedimiento que en esa época y en las subsiguientes se utilizaban para dominar un territorio, fue así como se expandieron los imperios, fue de esta manera como lo hicieron los Babilonios, los Asirios, los Persas en fin, todos los que en determinado momento de la historia han dominado en mundo.

Todas las tribus de Israel se asentaron en los territorios conquistados: Judá en el sur, Efraín junto con Manasés en la parte media, Dan en la zona costanera y Neftalí y Aser en el norte. Un elemento que es necesario resaltar es lo impresionante de estos hechos, puesto que estamos hablando de un pueblo, el de Israel, que venía de ser esclavo de Egipto y que se enfrentaba con ejércitos bien dotados y entrenados, y aun así los vencían, los conquistaban y los dominaban; un pueblo pequeño, con poca experiencia en guerras, dominando grandes ejércitos y ciudades amuralladas; los enemigos de Israel, como el presidente Petro, deberían estudiar más la historia. 

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Pero no todas las tierras de Canaán pasaron al control automático de Israel, muchas quedaron en pie y sin conquistar, la más importante de todas fue Jerusalén, la cual no solamente era gobernada por los Jebuseos sino que fueron estos la que la fundaron. Al final Jerusalén también cae bajo dominio de Israel, gracias a la intervención de uno de sus guerreros más reconocidos de la historia, David.

Fue así, como Jerusalén se convierte en parte del territorio judío y es reconocida como la ciudad de David y capital del nuevo reino. Flavio Josefo en su libro Antigüedades Judías, en su libro 7 capitulo 3, nos da mayor detalles de porque fue escogida para ser la capital, Josefo nos relata acerca de la importancia de su posición geográfica entre las montañas, y por ser un punto equidistante entre los reinos del sur y del norte, división que se había causado en el pueblo de Israel.

Con el traslado del Arca de la Alianza, Jerusalén no solo se convierte en la capital política de Israel, sino también en la capital espiritual de la misma, pero fue bajo el reinado del rey Salomón cuando se construye una de las figuras más emblemáticas del pueblo judío y que es una de las causas de mayor confrontación y lucha, el Templo. Investigaciones arqueológicas como las de Eliat Mazar, dan testimonio de la existencia de la mayor temporada de esplendor en donde se desarrolló esta construcción por parte de los judíos.

Por otro lado, historiadores como Kitchen, de origen británico, es contundente al afirmar que la estructura planteada demuestra que Israel adoptó modelos de administración que fueron propios de la época y que fueron muy importante en el desarrollo de las culturas del lejano oriente.

Una de las consecuencias de la muerte del rey Salomón fue la división del reino; otro hecho que podemos calificar como común en la construcción de las civilizaciones. para Israel entonces el reino se dividió en dos: el Reino del Norte el cual estaba conformado por Israel y su capital Samaria, y el reino del Sur con Judá y cuya capital era Jerusalén. Esta división les facilitó el camino a todos los enemigos de Israel, y ambos reinos cayeron conquistados.

El reino del norte cayo primero bajo los ataques dirigidos por Salmanzar V, quien era el comandante del ejército sirio, y Sargón II que se ensañó contra Samaria. Por el otro lado, el imperio de Babilonia bajo la comandancia de Nabucodonosor II, destruyó Jerusalén. las prácticas de conquistas de estos dos reinos consistían en llevarse a los pueblos conquistados a sus territorios y desde allí obligarlos a mezclarse con sus mujeres y así acabar con las razas existentes diferentes a las de ellos.

Como consecuencia de estos ataques, especialmente del que fue víctima Jerusalén, dejó la destrucción del templo y la ciudad completamente arrasada; Beroso, un historiador que es citado por Josefo, confirmó los sucesos que aquí se narran y la forma como todo el pueblo de Israel fue obligado a desplazarse hasta Babilonia, las tablas del al Yahjudu, también confirman los relatos que explican el exilio de los judíos.

Para cerrar esta entrega, es importante resaltar que en lo que llevamos de relato, no ha aparecido en la historia, hasta el momento, el nombre de ningún pueblo llamado Palestina y ninguna explicación de la existencia de un grupo extremista que al día de hoy, tenga la firme convicción de acabar con el pueblo de Israel.

Jefferson Mena

La estrategia del megáfono

De servir como instrumento para comunicar a las comunidades sobre una alerta ante un inminente riesgo, la promoción callejera de un producto o servicio, la invitación a una actividad de entretenimiento e incluso a las convocatorias para ejercer determinado liderazgo civil, el megáfono «revive» como un símbolo mediático que sirve como canal para cuestionar y resistir las radicales decisiones de los gobernantes en el orden local, regional y mundial.

Y es precisamente en el ámbito político en donde este objeto de comunicación está siendo manipulado para «alentar y calentar» los ánimos de centenares de personas alrededor de una figura pública y sus narrativas, discursos u oratorias, que desafortunadamente culminan dejando mensajes radicales con resultados caóticos evidenciados en ataques verbales y físicos, desórdenes públicos, daños a infraestructuras públicas y privadas e incluso incitar a enfrentamientos guerreritas entre naciones. La estrategia es por otro lado.

 

Si bien es cierto que el «altavoz», con alrededor de 100 años de vida en escenarios públicos y privados está de moda como un símbolo cultural polarizador, un objeto politizado y democratizado utilizado por un conjunto diverso de actores sociales para imponer y cuestionar el «status quo»; también es cierto que debe direccionarse como una herramienta que sirva de eco masivo para divulgar mensajes de esperanza, bienestar, calidad de vida, desarrollo social y sobre todo a respetar la vida. Esto último, en honor a la verdad, es una tarea urgente para líderes y sus equipos de trabajo.

Encuentro, entonces, la respetuosa oportunidad de invitar a las figuras públicas, a los candidatos a cargos de elección popular, a los líderes cívicos y a los asesores en comunicación a enaltecer el dispositivo cónico (megáfono) como un amplificador de noticias alentadoras y visionarias como las elecciones a consejos de la juventud el próximo 19 de octubre, en las que: «debería ser el laboratorio de ejercicio democrático temprano, donde los jóvenes aprenden a organizarse, a hacer campañas limpias, a construir coaliciones y a debatir propuestas», dice, José Manuel Acevedo, columnista de El Tiempo. Yo, digo, además que para en realidad elegir verdaderos, nuevos y honestos líderes.

Un venezolano, con megáfono en mano, en una céntrica y concurrida calle de Nueva York debería gritar con orgullo la reciente obtención del Premio Nobel de Paz por parte de su máxima representación en el mundo, María Corina Machado, quien en varias oportunidades usó el icónico instrumento para alertar a la comunidad regional y global sobre los excesos de abuso contra los derechos humanos de sus compatriotas por parte del autoritario, Nicolás Maduro. «…el megáfono se convirtió cada vez más en sinónimo de oportunidad y liberación, permitiendo que la voz tradicionalmente marginada se amplificara y, no menos importante, se reconociera y respetara», Bret Edwards.

Líderes mundiales, con «altoparlantes» enfundados en sus manos tienen el compromiso con la humanidad de empoderar sin sesgos ideológicos, nacionalistas u oportunistas, la histórica mediación de Donald Trump, para tratar de apaciguar los calientes estados de ánimo, de guerra y de muerte entre Hamas e Israel. En este puntual aparte, el megáfono sirvió para movilizar a cientos de personalidades o ciudadanos del común para protestar en contra de los agudos y escandalosos resultados de los pueblos en contienda. Por lo pronto, en esa acalorada discusión los ecos de paz y esperanza son la fórmula para seguir adelante.

En el ámbito local, la puja electoral del 2026, igualmente, debe invitar a los aspirantes y sus estrategas a usar el «altavoz» para enamorar al electorado divulgando agendas programáticas encaminadas a legislar y ejecutar políticas públicas que permitan mitigar el hambre entre la gente que vive en extrema pobreza, para mejorar y aumentar los ingresos económicos de los más débiles, para volver a fortalecer el sistema de salud, para reactivar los subsidios de vivienda, para auspiciar la educación universitaria, para garantizar la prestación de servicios públicos como el gas domiciliario, para promover trabajos formales que implican carga prestacional para los empleadores, entre otros…

El papel de las acciones estratégicas tradicionales o digitales y sus variados canales buscan en esencia ganar seguidores, adeptos a una línea ideológica, manifestantes por una causa social o ambiental y ciudadanos para que voten por un candidato. Eso es parte del juego en la denominada Comunicación Política. En esencia hasta normal. No obstante, encuentro, por tanto, una falta de rigor ético y moral para usar el megáfono solamente como objeto para alimentar el odio y la crispación mientras los pueblos buscan oír mensajes cargados de oportunidades y progreso. Por esas últimas palabras está la clave para enaltecer la estrategia del megáfono.

Edgar Martínez Méndez

Un lobo disfrazado de oveja

El país debe despertar y abrir los ojos. La figura de Daniel Quintero está siendo peligrosamente pulida para venderle a Colombia un modelo de liderazgo «innovador» y «juvenil». Pero detrás de ese imaginario de modernidad se esconde una realidad cruda: la de un imputado que dejó a su paso por Medellín un rastro de ruina administrativa y desconfianza.

Quintero no es el líder que el país necesita; es el hombre que debe responder ante la justicia por más de 40 cargos que hoy investiga la Fiscalía. La capital antioqueña, una de las ciudades más pujantes del país, no recuerda su gestión por grandes obras, sino por el caos, los escándalos de corrupción y una profunda fractura social.

 

Los hechos hablan por sí solos y constituyen una advertencia escalofriante para toda Colombia. Su paso por la Alcaldía no fue una administración, fue una demolición de lo público:

  • El Despojo de EPM: La joya de la corona, la empresa insignia antioqueña, fue el objetivo principal. Hoy, EPM arrastra investigaciones por presuntas irregularidades que superan los $1.6 billones, comprometiendo el patrimonio de todos los colombianos. ¿Cómo se atreve a hablar de buen gobierno quien intentó destruir la empresa más valiosa para los antioqueños?
  • Ataque a la Niñez Vulnerable: Desmanteló el programa “Buen Comienzo”, un programa esencial, quitándole recursos a los niños más necesitados. Este crimen social se vio agravado por presuntos sobrecostos de $2.700 millones en la contratación. Un líder de verdad construye futuro; Quintero lo hipotecó.
  • Gobierno del Odio y el Persecutor: La Procuraduría lo sancionó por división y persecución política. Su estilo no es el de la democracia, sino el del autoritarismo, usando el poder para señalar, dividir y destruir a sus contradictores.
  • El Escándalo del Lote y la Caja Menor: A esto se suman una imputación por corrupción al presuntamente intentar pagar una millonada por un lote que ya había sido donado a la ciudad, y una nueva investigación por el presunto mal uso de la caja menor de la Alcaldía.

Colombia, si este es el resultado de su paso por una sola ciudad: caos, deudas, corrupción y persecución, ¿qué podría hacer con todo un país?

El elector no puede ser ingenuo. Sus promesas populistas, como la burda idea de regalar 4 millones de lavadoras, son un insulto a la inteligencia. El país no necesita limosnas ni regalos comprados con nuestra propia plata.

Si su pasado no fuera suficiente, su presente lo desnuda. Hace unos días, Quintero tuiteó una foto falsa de basuras en Bogotá, acusando a la administración de estar «paseando en Washington». La respuesta no tardó en llegar: La foto era vieja, el alcalde estaba en Bogotá y se le olvidó la crisis de basuras de la Colombia Humana. Este es el método Quintero: mentira, confrontación y desprecio por la verdad.

Necesitamos seriedad, transparencia y un respeto absoluto por los recursos públicos. Necesitamos lo opuesto a la corrupción que él representa. Daniel Quintero es, sin duda, el clon de Petro en su método de gobernar.

Andrés Barrios Bernal